El déficit de proteína S se asocia a un incremento del riesgo de enfermedad tromboembólica venosa (ETV). En base a un reciente meta-análisis de estudios observacionales(1), los pacientes con esta deficiencia tuvieron un riesgo de un primer evento trombótico de hasta 5 veces mayor (14 estudios; 4.955 casos y 9.267 controles; odds ratio [OR]: 5,37; intervalo de confianza [IC] del 95%: 2,70 a 10,67; p <0,00001) en comparación con los controles.
No obstante, la búsqueda realizada en los recursos habitualmente consultados (incluyendo las bases de datos de estudios Medline y Embase, y el buscador genérico Google académico) no ha localizado guías de práctica clínica (GPC), sumarios de evidencia o estudios que identifiquen el déficit de proteína S como un factor de riesgo cardiovascular a tener en cuenta a la hora de la estimación del riesgo y de establecer un tratamiento preventivo.
En la GPC británica sobre el diagnóstico de trombofilias hereditarias(2) se hace mención a la asociación entre trombofilia hereditaria y trombosis arterial (coronaria, cerebral o periférica) resaltando la escasa evidencia al respecto. Se indica que es posible que los defectos hereditarios que se traducen en un aumento de la coagulabilidad pueden aumentar la probabilidad de aterotrombosis y que en los pacientes que presentan una trombosis venosa antes de los 40 años existe un mayor riesgo de infarto agudo de miocardio. Sin embargo, se considera que la contribución al aumento de riesgo de la trombofilia hereditaria, en comparación con factores de riesgo cardiovascular establecidos, no es suficiente como para cambiar el tratamiento en prevención primaria y secundaria. Además se señala que en caso de paciente joven con un evento arterial oclusivo, como no hay relación causal establecida y como el tratamiento y la prevención secundaria debe estar en relación con los factores de riesgo cardiovascular establecidos, no se recomienda realizar pruebas de detección de una posible trombofilia.
En relación a este aspecto un estudio de cohortes retrospectivo(3) de 2008 sí encontró un mayor riesgo de tromboembolismo arterial (TEA; infarto de miocardio, accidente cerebrovascular isquémico, ataque isquémico transitorio, o enfermedad arterial periférica sintomático y verificado objetivamente) en familiares con deficiencia de proteína S o proteína C antes de los 55 años, en comparación con los miembros de la familia sin déficit:
En el estudio se analizaron los datos de 552 sujetos (52% mujeres; edad media, 46 +/- 17 años), pertenecientes a 84 familias diferentes. Se recogió información detallada de episodios previos de tromboembolismo venoso, de TEA, uso de anticoagulantes y factores de riesgo de aterosclerosis. De los 552 sujetos, 308 tenían deficiencia de la proteína S (35%), de la proteína C (39%), o deficiencia de antitrombina (26%). En general, las incidencias anuales de TEA fueron 0,34% (IC 95%: 0,23 a 0,49) en individuos con deficiencias en comparación con 0,17% (IC 95%: 0,09-0,28) en sujetos no deficientes; la razón de riesgo fue de 2,3 (IC del 95%: 1,2 a 4,5). Después de ajustar por factores de riesgo de aterosclerosis y agrupando por familias, se describe que el hazard ratio (HR) ajustado para TEA antes de 55 años de edad, en cualquier deficiencia fue 4,7 (IC del 95%, 1,5-14,2; p = 0,007) versus 1,1 (IC del 95%, 0,5 a 2,6; p = 0,84) a partir de entonces. El HR ajustado para TEA, antes de 55 años de edad, en base al tipo de deficiencia fue para el déficit de proteína S del 4,6 (IC del 95%: 1,1-18,3), para el déficit de proteína C del 6,9 (IC del 95%: 2,1-22,2), y para el déficit de antitrombina del 1,1 (95% IC: 0,1-10,9). El antecedente de ETV no se relacionó con un posterior TEA (HR 1,1; IC del 95%: 0,5 a 2,2).