La búsqueda realizada en las bases de datos habituales no ha identificado trabajos en los que se evalúe la ingesta de agua previa a una extracción de sangre con el objetivo de facilitar dicha técnica.
Un best practice sobre la extracción sanguínea publicado en 2010 por la Organización Mundial de la Salud(1), tan sólo menciona la hidratación del paciente como estrategia para la reducción del riesgo de reacción vaso-vagal secundaria a la extracción.
La efectividad de la ingesta de agua sí ha sido estudiada en el contexto de la donación sanguínea y los estudios realizados al respecto muestran que la ingesta previa a la donación de cantidades de agua que oscilan entre los 300 y los 500 ml disminuyen la tasa de reacción vasovagal post-donación.
Un sumario de evidencia de Uptodate(2) sobre medidas de protección del donante de sangre, en base a la información que aportan dos ensayos clínicos aleatorios (ECA)(3,4), un ensayo clínico no aleatorio(5) y un estudio de cohortes retrospectivo(6), resume que las reacciones vasovagales posteriores a la donación se pueden minimizar mediante la restricción de la donación a menos del 15% del volumen sanguíneo estimado del donante, fomentando la aplicación de tensión muscular durante la donación, proporcionando aproximadamente 500 ml de agua antes de la donación, asegurándose de que el donante se siente bien antes de permitirle caminar, y alentando a los donantes a permanecer en la sala de extracción por lo menos durante 10 a 15 minutos para la observación y la reposición de líquidos.