No hemos localizado estudios controlados en los que se evalúe las ventaja de colocar, o no, una sonda nasogástrica de forma previa a la anestesia en pacientes a los que hay que intervenir de urgencia, o que presentan el estómago lleno en el momento de la intervención. En los pacientes en los que hay que intervenir de urgencia se recomienda seguir la técnica de inducción anestésica e intubación rápida, sin que haya un consenso en qué situaciones deba insertarse previamente una sonda nasogástrica. En casos de dilatación gástrica, o de íleo abdominal, basado en series de casos y en revisiones narrativas, muchos clínicos insertan una sonda nasogástrica de manera previa a la inducción anestésica; pero el tema es controvertido y no hay una evidencia clara sobre sus ventajas.
De acuerdo con un sumario de evidencia de Uptodate(1) cuando un paciente no ha seguido las normas de ayuno previas a la cirugía, puede ser necesario retrasar una cirugía electiva o reevaluar para evitar un riesgo innecesario. La decisión de retrasar, o no, debe ser tomada por el anestesista teniendo en consideración el tipo, cantidad y horario de la ingesta y el riesgo del paciente de vaciado gástrico y de broncoaspiración así como las implicaciones de retrasar la cirugía.
En los casos que se precisa cirugía urgente se recomiendan seguir los pasos estandarizados de la inducción anestésica e intubación rápida(2). El sumario de evidencia de Uptodate(2) y una revisión narrativa(3) señalan que algunos clínicos en situaciones de obstrucción intestinal, íleo y otra patología gastrointestinal colocan una sonda nasogástrica de forma previa a la inducción de la anestesia; pero la sonda nasogástrica no garantiza un estómago vacío y supone invertir un tiempo que puede retrasar la intervención.
En un ensayo clínico, a 15 pacientes a los que se realizó cirugía electiva intestinal, se les distribuyó al azar a un grupo en el que se puso sonda nasogástrica tras inducir anestesia y en el otro no se le colocó la sonda(4). En el grupo de sonda nasogástrica, la media de episodios de reflujo y la duración del reflujo fue mayor.
Un estudio descriptivo, realizado en un hospital terciario a 80 pacientes que precisaban intubación endotraqueal, se les midió previamente, mediante ecografía, el contenido gástrico(5). En el caso de presencia importante de líquido gástrico se realizaba una aspiración mediante sonda nasogástrica antes de realizar la intubación. En el 16% (n=13) se realizó la aspiración de contenido gástrico, sin que ninguno de los pacientes presentara un episodio de broncoaspiración.
En una encuesta realizada a médicos anestesistas sobre el procedimiento a seguir en una inducción e intubación rápida, tan solo ponían sonda nasogástrica previa a la inducción un 3% de los que contestaron en Reino Unido y un 5% en USA(6). En Alemania, el 65% de los anestesistas de los que contestaron en otro estudio(7), la colocaban, pero cuando había una obstrucción intestinal; indicando el informe que no había evidencia que pudiera ser utilizada ni a favor, ni en contra.
En una revisión narrativa publicada en 2014(8), no encontraron evidencia, ni guías de procedimiento claras, y en base a la información publicada, propusieron un algoritmo con las indicaciones de inserción de sonda nasogástrica de forma previa a la inducción anestésica. En este algoritmo una indicación para la colocación de sonda nasogástrica fue la dilatación gástrica severa. Recomendaban establecer el diagnóstico con criterios clínicos y mediante estudios de imagen. Una vez insertada la sonda nasogástrica aconsejaban mantenerla durante toda la intervención y conectarla a la succión durante la inducción anestésica.