La dieta paleolítica (DP) (dieta del hombre de las cavernas, dieta de la edad de piedra o dieta paleo,) es un plan nutricional basado en la dieta de plantas silvestres y animales salvajes del período Paleolítico. Se centra en el uso de los alimentos disponibles en esa época y se compone principalmente de carne, pescado, frutas, verduras, frutos secos y raíces; así mismo excluye granos, legumbres, productos lácteos, sal, azúcares refinados y aceites procesados.
Tras la búsqueda realizada en las bases de datos habituales no se han identificado guías de práctica clínica, sumarios de evidencia o protocolos de actuación en los que se haga mención a la DP como potencial herramienta dietética en el manejo del sobrepeso/obesidad o la mejora de los factores de riesgo cardiovascular.
Tampoco se han localizado ensayos clínicos aleatorios (ECAs) que evalúen la efectividad de la dieta paleolítica en pacientes en los que convergen de forma aislada sobrepeso y el diagnóstico de hipertensión arterial.
Los ECAs(1-4) localizados analizan la efectividad de este tipo de dietas para la pérdida de peso y para la mejora del peso y del perfil de riesgo cardiovascular en pacientes diabéticos (diabetes tipo 2) o con intolerancia a la glucosa.
En base a los resultados de estos estudios, la DP parece tener un mayor efecto saciante que otras dietas (dieta mediterránea o dieta para diabéticos)(1,2) y se muestra efectiva en la mejora de parámetros como el índice de masa corporal, la obesidad abdominal, los niveles lipídicos, la tolerancia a la glucosa o la presión arterial diastólica(3,4).
No obstante, hay que destacar el hecho de que se trata de estudios con pequeño tamaño muestral, y limitado tiempo de intervención y seguimiento.
En un ECA con un período de seguimiento de 24 meses(5) se evaluó el efecto de la DP en el peso corporal y el balance metabólico en mujeres posmenopáusicas con obesidad (n =70) y se encontró que los cambios en la composición corporal obtenidos a corto plazo (6 meses) no se mantenían a largo plazo: no había diferencias significativas en las mediciones antropométricas a los 24 meses entre los distintos tipos de dieta evaluada (en este caso DP y dieta siguiendo las recomendaciones dietéticas nórdicas).
Además, en esta misma muestra de mujeres se analizó la mediana de la concentración de yodo en orina de 24 horas, la excreción urinaria de yodo en 24 horas por tres días y los niveles de hormonas tiroideas al inicio y al final de la intervención (6 y 24 meses). Los resultados, presentados como póster en un encuentro anual de la “American Thyroid Association"(6), mostraron que el seguimiento de una DP durante dos años se asoció a deficiencia de yodo de leve a moderada: a partir de los niveles de referencia similares, los niveles de yodo urinario se redujeron después de 6 y 24 meses en el grupo PD mientras que los niveles en el grupo de mujeres que siguió una dieta siguiendo las recomendaciones nórdicas se mantuvieron constantes.
Se ha encontrado además una revisión sistemática (RS) y meta-análisis(7) realizada con el objetivo de determinar los efectos de la dieta mediterránea en comparación con otras intervenciones dietéticas (entre ellas la DP) sobre el control glucémico en paciente con diabetes tipo 2, independientemente de la pérdida de peso. La revisión encuentra que en comparación con la atención habitual, tanto la dieta mediterránea (asociada a directrices educativas) como la DP (asociada a directrices educativas) se asoció con una significativa reducción de la hemoglobina glicosilada.
En otra RS(8), que evalúa el efecto a largo plazo de la ingesta de nueces, semillas y aceites (componentes de la DP) sobre el peso corporal, glucosa y nivel de lípidos en población adulta, se incluyó el ECA de Jonsson y cols (3), que realizó la valoración de la efectividad del consumo de la dieta recomendada por la Asociación Americana de Diabetes y la DP en pacientes con diabetes tipo 2. La RS concluye que aunque las intervenciones por un período menor de 24 semanas demuestran una tendencia a la mejoría de los marcadores bioquímicos, el consumo de estos productos, en un período mayor de 24 semanas muestran resultados inconsistentes, y en un período mayor de 48 semanas la tendencia sugiere que no existen cambios significativos en los marcadores bioquímicos ni en los indicadores antropométricos. En consecuencia se plantea la necesidad de estudios aleatorizados con seguimiento a largo plazo, que permitan confirmar el efecto positivo del consumo de estos productos sobre la salud.
Por último, destacamos una revisión narrativa(9) que analiza la efectividad de diferentes tipos de dieta populares entre la población. Entre ellas se encuentra la DP respecto a la cual la revisión resume que unos pocos estudios de pequeño tamaño han sugerido que esta dieta es beneficiosa para las personas con diabetes tipo 2 con efectos en la reducción del peso y en los factores de riesgo cardiovascular y mejoras en la saciedad y la tolerancia a la glucosa en comparación con dietas de estilo mediterráneo. Sin embargo, matiza, es difícil sacar conclusiones firmes de estos estudios en base a sus limitaciones metodológicas.
En relación al papel de esta dieta en la práctica clínica se concluye que la evidencia publicada en cuanto a su seguridad o la eficacia es insuficiente como para recomendarla en la práctica clínica. También hay poca evidencia sobre la aceptabilidad de este estilo de dieta, y sus posibles efectos secundarios son en gran medida desconocidos; aunque la falta de productos lácteos ha llevado a la especulación de que puede haber problemas con la ingesta de calcio y vitamina D y sobre que la ingesta elevada de pescado puede aumentar el riesgo de exceso de consumo de toxinas ambientales y metales pesados.