No se ha encontrado investigación que relacione directamente el "confinamiento en el hogar" con el desarrollo posterior de la enfermedad de Alzheimer. Pero si sobre la posible relación con la actividad cognitiva. La actividad cognitiva (física/ejercicio, ocio, estilo de vida, actividades de la vida diaria, etc.) que mantienen las personas mayores está directamente relacionada con una mayor o menor interacción social, relaciones interpersonales, etc., lo que lleva a un mayor o menor aislamiento/confinamiento en el hogar.
Tras la búsqueda se han seleccionado 1 Revisión Sistemática (RS), 3 Sumarios de Evidencias (SE) de Uptodate, 1 estudio longitudinal, 1 documento de consenso y 1 Guía de Práctica Clínica (GPC) que evalúan y hacen recomendaciones sobre actividades cognitivas para prevenir la enfermedad de Alzheimer (EA) y otras demencias. En general señalan que, aunque hay investigación que relacionan la influencia positiva de dichas actividades sobre la prevención, la evidencia es insuficiente.
La RS(1) determina la eficacia de las actividades de ocio cognitivas en la prevención de la EA y demencias en adultos mayores de 60 años. Entre las actividades de ocio cognitivas se incluyeron varias que suponen la interacción social (pertenencia a un club, visitar y recibir visitas de otras personas, asistir a ceremonias religiosas, etc.). Se incluyeron 13 estudios observacionales (la mayoría eran cohortes) con heterogeneidad de las intervenciones, del diseño de los estudios, de la forma en que se agrupan y actividades medidas en diferentes etapas de la vida. Los estudios se agruparon por la etapa de la participación en las intervenciones (edad adulta temprana, edad adulta media y edad adulta tardía). Cinco de los seis estudios mostraron una asociación positiva entre la participación en actividades y un menor riesgo de desarrollar EA y otras demencias cuando las intervenciones se llevaron a cabo en la edad adulta media; y seis de los siete estudios produjeron una asociación positiva de participar en la edad adulta tardía. Los resultados indican que unas actividades podrían ser más beneficiosas que otras; sin embargo, los resultados deben ser interpretados con cautela debido a la naturaleza subjetiva de la inclusión de la actividad.
Se concluye que:
- Participar activamente en las actividades de ocio cognitivas durante la edad adulta media o tardía puede ser beneficioso para prevenir el riesgo de EA y otras demencias; sin embargo, la evidencia actual no es lo suficientemente fuerte para concluir una relación causal directa.
- Participar en actividades de ocio cognitivas seleccionadas de forma individual (por ejemplo, lectura) puede ser más favorable que otras, pero en la actualidad no hay una evidencia fuerte para recomendar una sobre otra.
- Participar en actividades de ocio cognitivas no parecen estar asociadas con un mayor riesgo de efectos adversos en comparación con aquellas que no participan.
Los tres SE sobre la EA y otras demencias indican:
Con respecto a los factores de riesgo relacionados con el estilo de vida y actividad (2), que los individuos físicamente activos tienen incidencia y prevalencia inferior de deterioro cognitivo y demencia, incluyendo la EA. Señala que un meta-análisis de 16 estudios prospectivos sugirió una reducción del 28% en la demencia en general y una reducción del 45% entre los que eran físicamente activos en comparación con aquellos que eran menos activos. Pequeños ensayos clínicos también han demostrado que el ejercicio mejora la función cognitiva y también puede aumentar el hipocampo y el volumen total del cerebro. La mayoría de estos ensayos fueron de corta duración, y no hay ensayos que evalúen los efectos del ejercicio sostenido sobre el riesgo de EA a largo plazo, especialmente entre individuos normales.
Sugiere que las actividades sociales, mentales y físicos están inversamente asociadas con el riesgo de Alzheimer y otras formas de demencia, y hay un gran interés en su potencial como estrategias preventivas.
Sobre los factores de riesgo de deterioro cognitivo y demencia(3) señala, entre los mecanismos potenciales por los que el estilo de vida puede afectar el riesgo de demencia, que existen tres hipótesis, una es la “hipótesis de la reserva cognitiva”, que sugiere que la actividad mental, el aprendizaje y la interacción social previenen o reducen los déficits cognitivos mediante la activación de la plasticidad del cerebro y la mejora de la sinaptogénesis y quizás la neurogénesis. La actividad física puede mejorar los componentes vasculares y cerebrales de las neuronas. Esta hipótesis se apoya en el efecto de la educación. Otra es la “hipótesis vascular”, que sugiere que la actividad social, mental y física previenen o reducen la demencia y EA mediante la reducción de las enfermedades cardiovasculares y los accidentes cerebrovasculares.
Con respecto a la prevención de las demencias(4) anima a todos los pacientes, especialmente aquellos con demencia temprana o en mayor riesgo de demencia, a mantener o aumentar la actividad física y el ejercicio, siempre que no existan contraindicaciones. Del mismo modo, anima a las actividades de ocio cognitivas y la interacción social durante el tiempo que éstas son factibles. Sin embargo, reconoce que estos factores de estilo de vida no han sido comprobados como medio de prevención de la demencia.
El estudio de longitudinal(5) identifica y evalúa, mediante una encuesta (como parte del proyecto Aichi Gerontological Evaluation Study Project), los factores de riesgo psicosociales implicados en la progresión de la senilidad asociada a la demencia, y determina las actividades que pueden prevenir esta progresión. Se seleccionaron 9.720 personas, de 65 años o más (4.614 hombres, 5.106 mujeres; edad media 72,8 años), que podían manejar las Actividades de la Vida Diaria de forma independiente. El estudio encontró que se encontraron menos resultados asociados a demencia en aquellas personas que estaban disfrutando de buenas condiciones de actividades de la vida diaria/psicosociales, en hombres que participaban en actividades de jardinería y en mujeres que participan en deportes. Así, el estudio sugiere la importancia de centrarse en estos factores, más que el comportamiento de salud, en términos de prevención de la demencia progresiva.
El documento de consenso(6) sobre la prevención de la EA y deterioro cognitivo, ante la pregunta “¿Qué factores están asociados con la reducción del riesgo de deterioro cognitivo en adultos mayores?”, señala el compromiso de los factores social y cognitivo. Mientras que los hallazgos sobre la asociación de deterioro cognitivo con vivir solo o estar sin pareja son incompatibles, existe una fuerte asociación entre la pérdida de un cónyuge y el deterioro cognitivo. La evidencia, limitada e inconsistente, sugiere que el aumento de la participación en actividades cognitivas en la edad adulta puede estar asociado con un deterioro cognitivo más lento y un menor riesgo de deterioro cognitivo leve.
Con respecto al factor actividad física y ocio indica que la evidencia preliminar sugiere asociaciones beneficiosas de la actividad física y otras actividades de ocio (como miembro de un club, asistencia a servicios religiosos, pintura, jardinería, etc.) con preservación de la función cognitiva.
El documento concluye que la evidencia es insuficiente.
La GPC(7) para las actividades de prevención e intervención temprana de enfermedades, con respecto a la EA indica que hay evidencia creciente de que la atención a los factores de riesgo cardiovascular puede mejorar la función cognitiva y/o reducir el riesgo de demencia. Señala una revisión de 2.012 que sugiere que hay pruebas suficientes para recomendar las siguientes estrategias para la prevención de la demencia: aumento de la actividad física (por ejemplo, 150 minutos por semana de intensidad moderada a pie o equivalente), compromiso social (aumento del número de actividades sociales por semana) y entrenamiento y rehabilitación cognitiva.