Fecha de creación: 18/03/2020 | Fecha de actualización: 4/12/2020 (Se incorporan la referencia de una guía de los CDC sobre los cuidados durante la lactancia materna, la referencia de una revisión sistemática de guías de práctica clínica sobre la atención al embarazo en el contexto de la COVID-19, la de una revisión sistemática sobre los aspectos clínicos en neonatos con COVID-19 y la de un estudio de cohorte sobre las características clínicas de la infección en personas con VIH)
Las mujeres embarazadas experimentan cambios fisiológicos e inmunológicos que les hacen más susceptibles a cualquier infección viral y bacteriana. Además, las infecciones por otros virus respiratorios como el virus de la gripe u otros coronavirus como el SARS o el MERS, se han asociado a complicaciones en el embarazo (1, 5). Por todo ello, las embarazadas se han incluido entre los grupos vulnerables frente al nuevo coronavirus SARS-CoV-2.
No hay evidencia que sugiera que las mujeres embarazadas tienen más probabilidades de contraer la infección en comparación con la población general (es decir, el embarazo no parece aumentar la susceptibilidad a la infección)(3-7).
Al inicio de la pandemia se sugirió que la mayoría de las embarazadas podrían pasar la enfermedad de forma leve o asintomática (es decir, los datos recabados inicialmente parecían indicar que las mujeres embarazadas no tenía un mayor riesgo de infección grave en comparación con las personas no embarazadas de la población general) pero unanálisis de los CDC (cuya información incorpora el informe del “American College of Obstetricians and Gynecologists”(8)) sugiere que entre las mujeres con COVID-19, las mujeres embarazadas (n = 8.207) pueden tener un mayor riesgo de ciertas manifestaciones de enfermedad grave en comparación con las mujeres no embarazadas (n = 83,205). Después de ajustar por edad, presencia de condiciones subyacentes y raza / etnia, las mujeres embarazadas tenían 5,4 veces más probabilidades de ser hospitalizadas (IC del 95% = 5.1-5.6), 1,5 veces más probabilidades de ser ingresadas en la UCI (IC del 95% = 1,2-1,8) y 1,7 veces más probabilidades de recibir ventilación mecánica (IC 95% = 1,2-2,4). No se encontraron diferencias en el riesgo de muerte entre mujeres embarazadas y no embarazadas (riesgo relativo ajustado [aRR] = 0,9; IC 95% = 0,51,5).
Se comenta en el informe que para reducir la aparición de enfermedades graves por COVID-19, se debería asesorar a las mujeres embarazadas sobre el riesgo potencial de enfermedades graves por COVID-19, y se deberían enfatizar las medidas para prevenir la infección por SARS-CoV-2.
En relación a este aspecto una revisión sistemática “viva” (“Living systematic review”) (36), publicada el 1 de septiembre en el BMJ, realizó una búsqueda amplia, incluyendo repertorios pre-print y redes sociales, hasta el 26 de junio de 2020. Incluyó 77 estudios de cohortes, con un total 11.432 mujeres embarazadas.
La revisión concluye, entre otros aspectos, que las mujeres embarazadas
son potencialmente más propensas a necesitar tratamiento de cuidados intensivos
para la COVID-19. Las comorbilidades preexistentes, la edad materna alta
y el índice de masa corporal alto parecen ser factores de riesgo de COVID-19
grave.
Las conclusiones de esta revisión de una mayor proporción de cuadros graves
en las gestantes con COVID 19 coinciden con las de una
revisión de la evidencia publicada el 1 de septiembre, y con la alerta
epidemiológica de la OPS de 13 de agosto.
También se hace referencia a este mayor riesgo de gravedad en
la actualización de noviembre del documento de información
científica-técnica del Ministerio de Sanidad (1);
se concluye en dicho documento que actualmente se considera que el
embarazo es una situación de mayor riesgo de complicaciones del
curso clínico de COVID-19, y también constituye un mayor
riesgo para el propio curso del embarazo. Si bien la prematuridad es más
frecuente, el curso clínico de la COVID-19 en neonatos tiene un
pronóstico bueno
.
Las manifestaciones clínicas, las alteraciones de laboratorio y radiológicas de las gestantes afectas por COVID-19 no parecen diferir del resto de la población (5): los datos iniciales (primeras 140 gestantes estudiadas) provenientes de una base de datos española muestran que la clínica en las mujeres embarazadas fue similar a la descrita en población general, predominando la tos seca (72,7%) sobre el resto de los síntomas, como fiebre (53,5%), astenia (46,5%), neumonía (36,2%), mialgias (33,3%), diarrea (32,1%) y anosmia (22,5%).
En la revisión comentada arriba (36), las manifestaciones clínicas más frecuentes del COVID-19 en el embarazo fueron fiebre (40%) y tos (39%). En comparación con las mujeres no embarazadas en edad reproductiva, las mujeres embarazadas con COVID-19 tenían menos probabilidades de informar síntomas de fiebre y mialgia.
Muchas mujeres embarazadas son asintomáticas, pero la proporción de casos asintomáticos no está bien definida(3). En una revisión sistemática (11), el 95% (IC 95%: 45-100%) de las infecciones por COVID-19 en embarazadas fueron asintomáticas y el 59% (IC95%: 49-68%) permanecieron asintomáticas durante el seguimiento. En otra revisión sistemática (36), el 7% de las embarazadas sometidas a pruebas de detección de COVID-19 arrojaron resultados positivos y tres cuartas partes de ellas eran asintomáticas.
Actualmente no hay datos que sugieran un mayor riesgo de aborto espontáneo o pérdida temprana del embarazo en relación a la infección por SARS-CoV-2. Sin embargo, algunas series publicadas describen una mayor incidencia de complicaciones durante el embarazo o el parto en mujeres afectadas por COVID 19: las mujeres infectadas, especialmente aquellas que desarrollan neumonía, parecen tener una mayor frecuencia de partos prematuros y cesáreas.
En la revisión sistemática "preprint" comentada arriba (11), las principales complicaciones del embarazo identificadas fueron parto por cesárea (89%), parto prematuro (21%), sufrimiento fetal (9%) y rotura prematura de membranas (8%). En otras revisiones sistemáticas (12,13) (que incluyeron 95 y 108 mujeres gestantes) se observa igualmente que la COVID-19 durante el embarazo (fundamentalmente durante el tercer trimestre) se asoció a un aumento del riesgo de resultados gestacionales adversos maternos o neonatales, que incluyen tasas más altas de parto por cesárea (respectivamente, en el 94% y el 91% de las mujeres el parto tuvo lugar mediante cesárea), rotura prematura de membranas y parto prematuro.
En la revisión sistemática viva referenciada (36) la tasa de partos prematuros espontáneos en mujeres con COVID-19 fue del 6% (IC 95% del 3% al 9%;). Las probabilidades de un parto prematuro fueron más altas en las mujeres embarazadas con COVID-19 en comparación con las que no tenían la enfermedad (OR de 3,01; IC 95% de 1,16 a 7,85).
No obstante, aunque estas observaciones sugerirían un mayor riesgo en el curso del embarazo y el parto, varios autores que comparan estos eventos con los que ocurren en mujeres sin COVID-19, concluyen que la frecuencia de complicaciones son similares y que, por tanto, no serían atribuibles a la infección(1). La tasa de complicaciones en la base de datos española (Red Covid-19 SEGO) es del 25,3%, no pudiendo justificar aún estas complicaciones por el cuadro de infección por COVID-19(5).
Se han observado también alteraciones clínicas en los neonatos hijos de mujeres con COVID-19; entre ellas se incluyen prematuridad, síndrome de distress respiratorio, bajo peso al nacer o recién nacido pequeño para edad gestacional. La base de datos española Red Covid-19 SEGO muestra una tasa de prematuridad del 10,5%, por debajo de las 34 semanas de gestación, lo que podría plantear la relación entre el cuadro agudo infeccioso o inflamatorio y el parto prematuro, ya que pueden compartir vías fisiopatológicas comunes. Sin embargo, tampoco está claro si estos efectos son diferentes a los observados en la población general (1, 5). Igualmente se desconoce, en el momento actual, si la clínica presentada al nacimiento por los hijos de madres infectadas está relacionada con una infección fetal o con la propia reacción inflamatoria, la tormenta de citoquinas materna y la gravedad del cuadro en la madre.
La transmisión de la madre al hijo en los casos en los que ocurre, se produce mayoritariamente por el contacto estrecho entre ellos tras el nacimiento (1, 5).
La transmisión vertical intrauterina SARS-CoV-2 ha sido definida como la determinación en el recién nacido de una prueba positiva de SARS-CoV-2 en placenta, líquido amniótico, sangre del cordón umbilical o hisopos nasofaríngeos y/o orofaríngeos del recién nacido a través de RT-PCR realizada inmediatamente después del nacimiento.
En el momento actual, no hay evidencia firme de transmisión vertical
(antes, durante o tras el parto por lactancia materna) del SARS-CoV-2
(5) aunque datos recientes sugieren que la transmisión
vertical sería posible al hallarse anticuerpos Ig M en recién nacidos
que han permanecido apartados de sus madres después del nacimiento.
En una revisión sistemática publicada en julio se revisó este aspecto
(42): la revisión incluyó 38 estudios observacionales
con un total de 936 neonatos evaluados. La síntesis cuantitativa reveló
que de los 936 recién nacidos de madres con COVID-19 confirmada,
27 recién nacidos tuvieron un resultado positivo para la prueba de ARN
viral del SARS-CoV-2 utilizando hisopo nasofaríngeo, lo que indica una
proporción combinada del 3,2% (IC 95% 2,2- 4,3) para transmisión vertical.
Concluyen los autores que la transmisión vertical de la infección por
SARS-CoV-2 es posible y parece ocurrir en una minoría de casos de infección
materna en el tercer trimestre. Como limitación plantean que, dada la
escasez de datos de mujeres con infección durante el primer trimestre,
aún no se puede realizar una evaluación con respecto a las tasas de transmisión
vertical al principio del embarazo y el riesgo potencial de morbilidad
y mortalidad fetal consiguiente. En otra revisión sistemática
(en este caso una revisión sistemática viva) (49),
publicada en octubre, se evaluaron 33 estudios con un total de 205 bebés
nacidos de madres positivas a COVID-19. De forma global, el 6,3% (13/205;
IC del 95%: 3,0% -9,7%) de los bebés dieron positivo al virus COVID-19
al nacer. Hubo 6 estudios que informaron sobre inmunoglobulinas G / M
(IgG / IgM) contra el SARS-CoV-2 entre los bebés nacidos de madres
positivas al virus COVID-19. Los anticuerpos se cuantificaron en 11 bebés,
de los cuales 10 bebés (90,9%; IC del 95%: 73,9% -107,9%) tenían
IgG / IgM contra el SARS-CoV-2. Entre los 10 bebés con anticuerpos
detectados contra el SARS-CoV-2, solo un bebé (10%; -8,6% -28,6%)
dio positivo al virus COVID-19. Se concluye en el documento que la evidencia
actual revela que existe una baja posibilidad de transmisión vertical
en bebés nacidos de madres positivas al virus COVID-19. Resalta
además, que se detectaron anticuerpos contra el SARS-CoV-2 entre
los bebés que dieron negativo al COVID-19 y que se necesitan más
estudios sobre la transmisión transplacentaria y la magnitud de
la inmunidad pasiva natural en bebés nacidos de madres con COVID-19.
Respecto a la forma de parto, la decisión de realizar un parto por vía vaginal o de una cesárea debe ser evaluada teniendo en cuenta el criterio obstétrico (5); es decir, el diagnóstico de COVID-19 no es una indicación de parto por cesárea (3).
Y, aunque momento actual no se puede descartar la transmisión durante el parto, se prefiere el parto vaginal en mujeres embarazadas con infección confirmada por COVID-19 para evitar complicaciones quirúrgicas innecesarias; no obstante, un parto por cesárea de emergencia puede ser necesario si está médicamente justificado (por ejemplo, en pacientes con complicaciones respiratorias o sepsis, o si hay sufrimiento fetal)(6).Incluso si la transmisión vertical se confirma a medida que se informan datos adicionales, esto no sería una indicación para el parto por cesárea ya que aumentaría el riesgo materno y sería poco probable que mejorara el resultado del recién nacido (3).
En cuanto a este tema, la tasa de infección no es mayor cuando el bebé nace por vía vaginal (o cuando se amamanta o se permite el contacto con la madre)(4): en una amplia revisión sistemática(14), que incluyó 666 recién nacidos de mujeres con COVID-19 confirmado, se confirmó la infección por COVID-19 después del nacimiento en 28 de los 666 (4%) recién nacidos. Al comparar el modo de nacimiento, ocho de 292 (2,7%) recién nacidos nacieron por vía vaginal y 20 de 374 (5,3%) nacieron por cesárea. Siete fueron amamantados, tres alimentados con fórmula, uno recibió leche materna extraída y en 17 recién nacidos no se informó el método de alimentación infantil. Para los autores esto demuestra que la infección neonatal por COVID-19 es poco común y que la tasa de infección no es mayor cuando nace el bebé por vía vaginal, cuando amamantado o cuando permanece con la mujer después del parto.
A las mujeres con COVID-19 sintomático confirmado o sospechado se les debería ofrecer monitorización electrónica continua del feto durante el trabajo de parto y el parto vaginal(3-5,7). En cambio, la monitorización fetal continua mediante cardiotocografía durante el trabajo de parto no estaría indicada para mujeres asintomáticas que dan positivo al SARS-CoV-2, a menos que haya otra indicación para la monitorización (por ejemplo, cesárea anterior)(3,4,6).
En caso de parto por cesárea se aconseja tomar muestra de líquido peritoneal. Además, dado que existe evidencia de presencia del virus en el líquido peritoneal, se aconseja acortar el tiempo y minimizar el contacto entre el feto y la sangre materna y sus fluidos corporales durante la cesárea (5).
En mujeres con riesgo de parto prematuro pueden utilizarse corticoides para la maduración pulmonar fetal, siempre de acuerdo con el equipo multidisciplinar que atiende a la paciente embarazada (5):
Respecto a las medidas de aislamiento, el Ministerio de Sanidad, en su documento técnico sobre el manejo de la mujer embarazada y el recién nacido con COVID-19 (5), recomienda en el caso de madres pauci o asintomáticas con infección confirmada o probable y recién nacido asintomático que, siempre que sea posible, se evite la separación de la madre de su recién nacido y se favorezca el alojamiento conjunto de ambos en régimen de aislamiento, junto a un acompañante de su elección, si fuera posible.
Para prevenir infecciones por contacto y por gotas entre madre e hijo se recomendará lavado e higiene de manos siempre antes de coger al bebé, mascarilla y cuna separada a 2 m de la cama de la madre y se recomendará que un acompañante sano realice otras tareas de cuidado del neonato. Y se animará y ayudará a las madres a amamantar a demanda; se puede recomendar a las madres el uso de una bata que cubra su ropa y que sea retirada para amamantar, lo que disminuirá el riesgo de transmisión por la ropa.
En estos niños en situación de alojamiento conjunto, se hará seguimiento clínico y monitorización básica. La duración de la estancia hospitalaria dependerá de los resultados virológicos y las recomendaciones del servicio de vigilancia epidemiológica del hospital, así como del estado clínico y de la situación sociofamiliar. Según estas premisas, tanto en los neonatos COVID-19 positivos como negativos, se puede valorar el alta hospitalaria a partir de las 48 h de vida y continuar en régimen de aislamiento domiciliario (o en centros medicalizados) bajo seguimiento telefónico/presencial por un profesional sanitario cualificado, en un periodo aproximado de dos a tres semanas tras el alta. En aquellos centros donde no se pueda realizar alojamiento conjunto, se ingresarán aislados (hasta el resultado virológico) y con monitorización y cuidados básicos, facilitando el mantenimiento de la alimentación con leche materna
En el caso de madres sintomáticas con infección confirmada o probable el recién nacido deberá ser ingresado aislado y separado de su madre. En el caso de madres sintomáticas con infección confirmada o probable el recién nacido (asintomático) sólo tendrá que ser ingresado aislado y separado de su madre cuando las condiciones clínicas de esta así lo recomienden. Si no es así, no parece recomendable la separación y evitar el contacto piel con piel, cuidado madre canguro..., especialmente en los momentos inmediatamente posteriores al nacimiento y durante el establecimiento de la lactancia (5).
Los neonatos sintomáticos deben ser ingresados en Neonatología y manejados según protocolo (5). El alta del recién nacido con infección COVID-19 se realizará:
Tras el alta se recomienda realizar un seguimiento clínico (que puede ser no presencial) durante un periodo de tiempo aproximado de dos semanas.
También recomienda la ubicación conjunta de la madre y el bebé, si su estado clínico lo permite, el "Royal College of Obstetricians and Gynaecologists" (RCOG) (6). En su guía se aconseja que las mujeres y los bebés que no requieran cuidados intensivos maternos o atención neonatal se mantengan juntos en el período inmediato posterior al parto. Posteriormente, las mujeres con sospecha de COVID-19 o COVID-19 confirmado deberían recibir apoyo y se les debería permitir que permanezcan junto con sus bebés y practiquen el cuidado piel con piel / canguro, si el recién nacido no requiere atención médica adicional. En la misma línea se posiciona el ACOG (8).
En cuanto a la lactancia materna, hasta el momento, la posición unánime es que, aun no existiendo datos suficientes para establecer una conclusión firme sobre la posible transmisión del SARS-CoV-2 a través de la leche materna, se considera que los beneficios que la lactancia materna otorga superan los potenciales riesgos. Por ello y ante la evidencia actual, en el caso de mujeres con sospecha o confirmación de COVID-19 se recomienda el amamantamiento desde el nacimiento, siempre que las condiciones clínicas del recién nacido y su madre así lo permitan, y siempre y cuando se mantengan medidas para la prevención de infección por microorganismos transmitidos por gotas y por contacto (1-7). se recomienda que las madres con COVID-19 confirmado o madres sintomáticas con sospecha de COVID-19 tomen precauciones para evitar la transmisión viral al lactante durante la lactancia por ejemplo mediante la higiene de manos asidua y el uso de una mascarilla facial durante el amamantamiento.
En una guía provisional de los CDC actualizada el 3 de diciembre (54) se revisa el manejo de la mujer y el niño lactante en varios escenarios clínicos (incluidos la madre infectada / bebé no infectado, madre no infectada / bebé infectado, madre infectada / bebé infectado, y en los supuestos de que la madre y/o el bebé han tenido contacto cercano con una persona infectada) y la lactancia materna en el lugar de trabajo. Además, como puntos a destacar de esta actualización los autores señalan que:
En casos de madres con enfermedad grave se recomienda ayudar a la madre para la extracción de la leche.
Para los casos de madres lactantes fuera del periodo postnatal inmediato y que se infectan o hay sospecha de infección por el SARS-CoV-2 se recomienda extremar las medidas de aislamiento (higiene de manos y mascarilla facial) y seguir amamantando al bebé, o bien hacer una extracción de la leche tomando las máximas precauciones de higiene de manos antes de tocar las piezas de la bomba extractora o el biberón, y seguir las recomendaciones para una limpieza adecuada después de cada uso. Si es posible, la madre debería considerar pedirle a alguien que alimente al bebé con la leche materna extraída.
No es preciso pasteurizar la leche extraída antes de administrarla al bebé.
Las madres de recién nacidos prematuros precisarán de ayuda para iniciar la extracción de leche en las primeras 2 horas tras el parto para favorecer la administración de calostro a su recién nacido. Mientras ello no sea posible se recomienda la administración de leche humana donada de banco (5). En la guía de los CDC referenciada arriba (54) se comenta en relación a este aspecto que la leche materna de donante pasteurizada es importante para el cuidado de los bebés prematuros cuando la leche de la madre no está disponible. La evidencia actual sugiere que la leche materna no es una fuente probable de infección por SARS-CoV-2. Y, además, también hay datos que sugieren que la pasteurización inactiva el SARS-CoV-2 en la leche materna de donantes; por lo tanto, es muy poco probable que la leche materna pasteurizada de donante sea una fuente de infección por SARS-CoV-2.
En una revisión narrativa (53) se revisa una amplia cantidad de guías y documentos de consenso de diversas agencias internacionales y organismos gubernamentales y concluye que la mayoría están de acuerdo en que se debería promover la alimentación con leche materna en todos los bebés, incluidos los nacidos de madres infectadas por COVID-19. Además indica que las pautas recientes apoyan casi universalmente el alojamiento conjunto pues la separación entre el recién nacido y la madre puede tener un efecto adverso en la relación entre la madre y el niño y puede perturbar la lactancia materna, cuya importancia es indiscutible.
Respecto a si el virus puede transmitirse a través de la leche materna, la reciente actualización del sumario de evidencia de BMJ Best Practice (4) hace referencia a que se han detectado fragmentos virales en la leche materna, pero que se desconoce la significación clínica de estos hallazgos.
El documento técnico sobre el manejo de la mujer embarazada del Ministerio de Sanidad (5) comenta que recientemente se han descrito los casos de dos madres con muestras de leche con presencia de SARS-CoV-2 mediante detección por RT-PCR extraídas con medidas seguras que evitarían la contaminación de la leche tras su extracción (9, 10). Sin embargo, según los autores de uno de los casos, publicado como editorial (9) no está claro el mecanismo de infección del recién nacido (es decir, si fue infectado por la lactancia o durante la fase presintomática de la enfermedad materna) y en el informe del otro caso (10) los autores concluyen que la importancia de este hallazgo es incierta ya que no se ha demostrado que el ARN detectable en estas muestras indique virus viable ni confirma un riesgo de infección a través de la lactancia materna.
En el documento de información científica-técnica del Ministerio (1) que “en alguna ocasión se ha detectado RNA viral en muestras de leche sin que se haya logrado recuperar en cultivo, por lo que se plantea la duda de que esta detección sea de un virus viable, con capacidad infectiva” (9).
Una “Living systematic review” (37) que valora la posible transmisión a través de la lecha materna incluye, por el momento, 37 estudios en los que se analizan 68 muestras de leche materna de las que 9 dieron positivo al ARN del SARS‐CoV‐2 mediante análisis de RT‐PCR (además una muestra tenía IgG específica). De los seis lactantes expuestos a muestras positivas de leche materna, dos recién nacidos dieron negativo para el ARN viral, y tres recién nacidos y un lactante fueron positivos para la infección por SARS‐CoV‐2 mediante RT‐PCR (no se informaron resultados infantiles para una madre con una muestra de leche materna positiva). Los autores de la revisión consideran que, en el momento actual, no se puede asegurar si la transmisión del SARS‐CoV‐2 a través de la leche materna es posible, ya que la certeza de la evidencia se ha evaluado como muy baja. Además, no se puede descartar la posible transmisión a través de otros fluidos corporales relacionados con la lactancia (como sangre, sudor, gotitas respiratorias o transmisión de gotitas debido al contacto cercano con el lactante o niño pequeño a través de la exposición de piel a piel) o la transmisión aérea.
[Ver información adicional sobre la seguridad de la lactancia materna en Preevid]
Las actualizaciones de los documentos del Ministerio de Sanidad que abordan el manejo de la gestante en el contexto de la pandemia COVID-19 (1, 5), comentan que “Recientemente se han evidenciado alteraciones de la coagulación en las personas que ingresan con COVID-19. Dado que el embarazo es un estado de hipercoagulabilidad, es de suponer que la infección por COVID-19 en la mujer embarazada incrementa el riesgo tromboembólico (ya de por sí incrementado durante el embarazo y exacerbado por la inmovilidad del confinamiento)“.
En base a este riesgo,se considera que debería administrarse un tratamiento profiláctico a todas las embarazadas con diagnóstico de COVID-19 confirmado. Asimismo, ante la aparición o una agravación brusca de la disnea, es recomendable sospechar un evento trombótico, diagnosticarlo y tratarlo (5).
La Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia (SETH) ha realizado unas recomendaciones sobre profilaxis de enfermedad trombovenosa (ETV) en el embarazo y puerperio durante la pandemia COVID-19. Se resumen en las siguientes tablas:
Respecto a la necesidad de tromboprofilaxis en la mujer gestante, la guía del RCOG (6) menciona que, dado que el embarazo es un estado hipercoagulable, y la evidencia emergente sugiere que las personas ingresadas en el hospital con COVID-19 también tienen un estado hipercoagulable, se deduce que la infección con COVID-19 probablemente se asocie a un mayor riesgo de tromboembolismo venoso (TEV) materno.
Se establece en el documento que:
También se hace referencia a este aspecto en el sumario de evidencia
de Uptodate sobre COVID-19 y embarazo (3); en este caso
se recomienda anticoagulación en dosis profiláctica para
pacientes embarazadas hospitalizadas por COVID-19 grave, si no existen
contraindicaciones para su uso, suspendiendo el tratamiento, generalmente,
cuando la paciente es dada de alta a su domicilio. Para los autores del
sumario las pacientes con COVID-19 que no precisan hospitalización
por la infección o que estén asintomáticas o levemente
sintomáticas y estén hospitalizadas por razones distintas
a COVID-19 no requerirían anticoagulación. Sin embargo,
si se prescribe terapia antitrombótica durante el embarazo por
otra indicación, esta terapia debería continuarse si la
paciente recibe un diagnóstico de COVID-19. Añade el sumario
que se prefiere heparina no fraccionada en mujeres embarazadas que podrían
estar próximas al parto (porque se revierte más fácilmente
que la HBPM) y la HBPM en mujeres con pocas probabilidades de dar a luz
dentro de varios días y aquellas que están en el posparto.
Las medidas a adoptar durante la asistencia (prenatal, intraparto [incluyendo el procedimiento de anestesia, inducción del parto o cesárea], o posparto) a una gestante con COVID-19 confirmado o sospechoso se detalla en las guías de práctica clínica del RCOG (6) y de la de la "International Federation of Gynecology and Obstetrics" (7).
Igualmente, el documento técnico del Ministerio de Sanidad sobre el manejo de la mujer embarazada y el recién nacido con COVID-19 (5) aporta información sobre el manejo perinatal e intraparto de la gestante, incluyendo recomendaciones anestésicas para las mujeres con COVID-19.
En noviembre de 2020 se ha publicado además una revisión bibliográfica realizada con el objetivo de desarrollar una base de datos de guías de práctica clínica nacionales e internacionales relacionadas con la atención prenatal, intraparto y posparto de las mujeres durante la pandemia de COVID-19 e identificar aquellas intervenciones en las que había un alto y bajo consenso entre las recomendaciones (55).
Con fecha de 13 de noviembre el SMS actualizó el plan de actuación para adaptar la atención al embarazo, lactancia y puerperio en Atención Primaria, durante la pandemia de la COVID-19 (15):
La ecografía del tercer trimestre, aunque protocolizada por la SEGO, puede ser prescindible en gestaciones de bajo riesgo, como sostiene la guía del sistema nacional de salud de embarazo y puerperio, ya que la considera de baja evidencia. Las ecografías de la 12 y 20 semanas seleccionan una subpoblación de embarazadas de alto riesgo y éstas llevarían su circuito específico de control de embarazo. Si la situación de la pandemia así lo requiriese y siempre que se pueda garantizar un buen screening de riesgos en las ecografías de la 12 y la 20 SG, esta ecografía de 3º trimestre se podrá suprimir.
la revisión puerperal y del recién nacido se realizará prioritariamente de forma presencial siempre que la situación epidemiológica de los equipos de atención primaria así lo permitan, y que
En caso de tener que hacerse de forma telefónica es especialmente importante explorar los signos y síntomas susceptibles de alteración durante este periodo a través de una buena entrevista(se enumeran en el documento el protocolo a seguir).
En el documento técnico del Ministerio de Sanidad sobre el manejo de la mujer embarazada y el recién nacido con COVID-19(5) también se aporta información en cuanto a la definición de caso de infección por el SARS-CoV-2 que es particular en el caso del recién nacido (RN):
En este documento (5) se indica además que "En el caso de las mujeres embarazadas y en el momento epidemiológico actual, se recomienda siempre que sea posible realizar un test diagnóstico mediante RT-PCR a toda mujer embarazada de parto o con cesárea programada. Una vez se hayan extendido las pruebas serológicas convencionales se podría plantear su inclusión en la serología de rutina de la embarazada".
Puede ampliar la información en cuanto al manejo de la mujer gestante en el contexto de la pandemia pro COVID-19, en el banco de preguntas elaborado por el “American College of Obstetricians and Gynecologists”.
Además, en un reciente documento publicado por el SMS se revisa el manejo hospitalario perinatal de la mujer gestante y el neonato (41). Se abordan en este documento la utilización de corticoides en la embarazada con COVID-19, el uso de profilaxis antitrombótica, el manejo intraparto o la atención al neonato (incluyendo las recomendaciones sobre lactancia materna). Las medidas indicadas coinciden con las descritas en este sumario.
También se describen los criterios de ingreso o de gravedad en relación al embarazo:
Como consideraciones generales destacar que:
Los casos pediátricos son, hasta la fecha, mucho menores que en adultos.
En el informe del 3 de julio del Ministerio de Sanidad (1)
se informa que entre 44.672 casos confirmados en China, sólo 416 se
detectaron en niños de 0 a 9 años (0,9%) y 549 en niños de 10-19 años
(1,2%). En España, los datos son superponibles: con 113.407 casos analizados,
168 (0,1%) tenían < 2 años, 64 (0,1%) entre 2-4 años y 303 (0,3%) entre
5 y 14 años
.
En una serie de casos realizada con población de Madrid, las dos primeras semanas de la pandemia, 41 (0,8%) de los 4.695 casos confirmados de COVID-19 eran niños menores de 18 años (19). La mediana de edad de los pacientes con resultados positivos fue de 1 año (rango intercuartil, 0,35-8,5 años; rango 0-15 años).
En el momento actual, en base al análisis de los casos notificados a la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (RENAVE) con fecha de inicio de síntomas y fecha de diagnóstico posterior al 10 de mayo, y hasta el 12 de noviembre de 2020 (ver informe), se identifican 1.174.807 casos de COVID-19 en España. Entre ellos, 143.035 son casos con < 15 años (15.563 casos con < 2 años; 22.438 con entre 2 y 4 años; y 105.034 casos en el grupo de edad 5-14 años). Esto supone que los menores de 15 años representan el 12% de los casos con diagnóstico posterior al 10 de mayo de 2020 declarados a la RENAVE a fecha del último informe.
En general, según los datos disponibles hasta la fecha, los niños/as con COVID-19 tienen mejor pronóstico que las personas adultas; se registran menos casos graves que en adultos, y los casos leves se recuperan en 1-2 semanas desde del inicio de la enfermedad (18). Esta menor morbilidad en niños/as, se observa a pesar de tener cargas virales similares o incluso más altas que las personas adultas.
Del total de casos hospitalizados en nuestro país con infección
por SARS-CoV-2 notificados a la RENAVE con diagnóstico posterior
al 10 de mayo y a fecha del último informe, los menores de 14 años
han supuesto aproximadamente el 1,5% de los casos, 38 casos han precisado
ingreso en UCI y se han producido 9 defunciones (7 en el grupo de menores
de 2 años y 2 en el grupo de 5-14 años).
En un estudio de cohortes multicéntrico, sobre la COVID-19 en niños y adolescentes incluyó 582 niños europeos < 18 años con infección por SARS-CoV-2 confirmada por laboratorio coronavirus durante abril de 2020 (el pico inicial de la pandemia en Europa)(20). La mediana de edad fue de 5 años; 145 (25%) tenían condiciones médicas preexistentes; 363 (62%) casos ingresaron en el hospital; 48 (8%) requirieron ingreso en la UCI y 25 (4%) ventilación mecánica. Cuatro niños murieron (tasa de letalidad 0,69%; IC 95%, 0,20-1,82).
El periodo de incubación mediano es de 5-6 días, con un rango de 1 a 14 días. El 97,5% de los casos sintomáticos se desarrollan en los 11,5 días tras la exposición. El tiempo medio desde el inicio de los síntomas hasta la recuperación es de 2 semanas cuando la enfermedad ha sido leve y 3-6 semanas cuando ha sido grave o crítica (50).
El cuadro clínico varía desde un cuadro leve y de vías respiratorias espiratorias altas hasta un cuadro de neumonía grave con sepsis.
Los síntomas que se informan comúnmente incluyen fiebre, tos, dolor de garganta, dolor de cabeza, mialgia, congestión nasal y rinorrea. La fiebre, la tos y la disnea son menos frecuentes en los niños que en los adultos. Los niños pueden presentar síntomas gastrointestinales con más frecuencia que los adultos, especialmente los recién nacidos y los bebés, y pueden ser el único síntoma (4).
En una revisión sistemática publicada el 20 de noviembre (56), con objetivo de revisar la evidencia disponible sobre los aspectos clínicos de los recién nacidos (hasta los 28 días tras el nacimiento) con infección por SARS-CoV-2, incorporó 35 estudios con un total de 68 neonatos evaluados (9 de ellos prematuros). De acuerdo con los resultados, los hallazgos clínicos más comunes en el período neonatal son: dificultad respiratoria (73%), fiebre (63%), síntomas neurológicos (letargo, irritabilidad) y síntomas gastrointestinales (en forma de diarrea e intolerancia alimentaria y distensión abdominal, 50%). No hubo casos de fatalidad en ningún recién nacido debido a la COVID-19 (en un caso se produjo la muerte por prematuridad).
Algunos síntomas son más específicos en la población infantil y adolescente, como la acrocianosis (1).
En la serie de casos de Madrid comentada (19) los diagnósticos sindrómicos iniciales fueron infección del tracto respiratorio superior (14 [34%]), fiebre sin foco (11 [27%]), neumonía viral (6 [15%]), bronquiolitis (5 [12%]), gastroenteritis o vómitos (2 [5%]), neumonía bacteriana (2 [5%]) y crisis de asma (1 [2%]). Dos pacientes (5%) tuvieron una coinfección con influenza B.
En el estudio de cohortes (20) la fiebre fue el signo más común de presentación, observado en 379 (65%) de los niños. Aproximadamente la mitad tenía signos o síntomas de infección del tracto respiratorio superior y aproximadamente una cuarta parte tenía evidencia de infección del tracto respiratorio inferior; 128 (22%) tenían síntomas gastrointestinales (40 de estos niños, 7%, con síntomas gastrointestinales no tenían síntomas respiratorios); 92 (16%) individuos estaban asintomáticos.
En cuanto a los diagnósticos principales de los niños hospitalizados, en base a los datos preliminares del estudio epidemiológico nacional de las infecciones pediátricas por SARS-CoV-2 (ÉPICO-AEP) (en el que participan actualmente 67 centros pediátricos), estos fueron (50): neumonía (44%), síndrome gripal con complicaciones o fiebre sin foco (18%), síndrome inflamatorio multisistémico (15%) y síndrome gastrointestinal (9%). El 28% de los hospitalizados precisó oxigenoterapia con una mediana de duración de 4 días y el 19% precisó ingreso en UCI con una mediana de estancia de 5 días, precisando en mayor medida ingreso en cuidados intensivos aquellos con diagnóstico de síndrome inflamatorio sistémico (64% del total de casos con dicho diagnóstico), seguidos de neumonías (21%).
[Ver más información sobre las características clínicas de la COVID-19 en niños en Preevid y en una revisión sistemática publicada en septiembre (44)]
En relación al tipo de manifestaciones clínicas destaca el importante número de casos de niños con infección por SARS-CoV-2 que cursan la enfermedad de forma asintomática (a nivel nacional, según datos del Sistema para la Vigilancia en España [SiViEs], desde el 11 de mayo, el 64% de los casos en población pediátrica son asintomáticos, con respecto a un 46% en población general (18)).
Este hecho junto a una clínica más leve y las diferencias en cuanto a las manifestaciones clínicas habituales en el adulto, plantea una cuestión sobre la vigilancia en la población infantil, ya que podría llevar a una infraestimación de casos porque algunos no cumplirían las definiciones de caso para la realización de pruebas diagnósticas (1).
No hay que olvidar, sin embargo, que aunque en menor proporción que los adultos, también los niños pueden tener un curso grave de la enfermedad (incluso mortal), sobre todo los menores de 1 año y los niños con factores de riesgo (18). Últimamente muchos países de Europa y EEUU con transmisión comunitaria intensa, han notificado casos graves de pacientes pediátricos que han precisado ingreso en unidades de cuidados intensivos con un síndrome inflamatorio multisistémico con afectación cardíaca y manifestaciones parecidas a la enfermedad de Kawasaki y al síndrome de shock tóxico (ver más abajo información ampliada sobre este cuadro, definido por la OMS como "Síndrome Inflamatorio Multisistémico Pediátrico temporalmente asociado con el SARS-CoV-2").
La mayor probabilidad de contagio entre los niños ocurre en sus hogares, siendo el riesgo mayor si el caso índice del hogar era la madre (4) .
Varios estudios epidemiológicos observan que las tasas de ataque secundario son inferiores en niños que en adultos (1). En estudios retrospectivos de transmisión del SARS-CoV-2 realizados en China, la tasa de ataque secundario en el hogar entre los contactos pediátricos ha oscilado entre el 4 y el 7%. En el sumario de evidencia de BMJ Best Practice (4) se señala que la tasa de ataque secundario en niños fue del 6,1% (los niños menores de 5 años tenían tasas de ataque secundario más bajas en comparación con los niños mayores) y que en un estudio que evaluó la tasa de ataque secundario en un entorno escolar se indica que esta fue del 1,2%.
Sobre la capacidad de los menores de transmitir la infección a otras personas, atendiendo a la presencia de virus viable en muestras nasofaríngeas, se han observado cargas virales de RNA del mismo orden que las que se detectan en adultos, incluso en neonatos. Sin embargo, la clínica más leve con ausencia frecuente de tos disminuiría la capacidad de transmisión (1). Los datos del informe de la Misión de la OMS en China apuntan a una menor capacidad de transmitir la infección en los primeros años de vida.
En una revisión sistemática (21), que incluyó 24 estudios sobre la infección por SARS-CoV-2 en poblaciones pediátricas, se realizó una síntesis narrativa sobre la probabilidad de infección, la presentación clínica y los resultados clínicos, la co-morbilidad y la transmisibilidad de la COVID-19 por niños. Describe que:
Otra revisión sistemática (22), que se plantea como objetivo evaluar cuál es la susceptibilidad y la transmisión del SARS-CoV-2 en niños y adolescentes en comparación con los adultos, sugiere que hay evidencia preliminar de que los niños y los jóvenes tienen menor susceptibilidad a la infección por SARS-CoV-2 con una OR agrupada para dar positivo al virus en niños en comparación con adultos de 0,44 (0,29 - 0,69), lo que significa que los menores de 18-20 años tenían 56% menos probabilidades de infección que los adultos. Sobre la transmisión posterior del SARS-CoV-2 por los niños informa que los datos disponibles son escasos y heterogéneos; los autores comentan que aunque dichos datos sugieren que la capacidad de transmisión de los niños y los jóvenes es menor que la de los adultos, sin embargo, la fuerza de esta evidencia es muy débil y no permite llegar a una conclusión sobre la infectividad de niños y adolescentes.
No se han descrito alteraciones analíticas y radiográficas específicas en población infantil afectada por COVID-19 (aunque en el TC torácico los hallazgos más comunes en los niños son la opacidad irregular en vidrio esmerilado y, con menos frecuencia, las áreas de consolidación; las alteraciones son más comunes en los lóbulos inferiores y son predominantemente unilaterales (4)). Se ha descrito que los niños pueden tener signos de neumonía en las imágenes del tórax a pesar de no tener síntomas o tener síntomas mínimos (4)).
En relación al abordaje terapéutico:
En los casos confirmados con seguimiento ambulatorio, el aislamiento se mantendrá hasta transcurridos tres días desde la resolución de la fiebre y del cuadro clínico con un mínimo de 10 días desde el inicio de los síntomas (considerar que la anosmia o la ageusia, pueden persistir semanas, sin que ello implique infectividad). No será necesario la realización de una RT-PCR para levantar el aislamiento ni para reincorporarse a la actividad escolar. En los casos asintomáticos el aislamiento se mantendrá hasta transcurridos 10 días desde la fecha de toma de la muestra (18).
En los casos confirmados que hayan precisado ingreso, podrán recibir
el alta hospitalaria si su situación clínica lo permite,
aunque su RT-PCR siga siendo positiva, manteniendo el aislamiento domiciliario
con seguimiento ambulatorio, al menos 14 días desde el inicio de
síntomas y se podrá finalizar el aislamiento si han transcurrido
tres días desde la resolución de la fiebre y el cuadro clínico
y siempre bajo criterio clínico. Si antes de transcurridos estos
14 días de aislamiento domiciliario desde el alta hospitalaria
se realiza una RT-PCR y se obtiene un resultado negativo, se podrá
desaislar al paciente, siempre bajo criterio clínico (18),
Factores de riesgo de evolución grave u hospitalización (16, 18, 23):
Criterios clínicos de gravedad (18):
Criterios de ingreso en planta de hospitalización (al menos uno) (16, 23):
En dos documentos de consenso más recientes (16, 50) se describen además entre los criterios para ingreso:
Un único familiar u otro acompañante autorizado por los padres deberá permanecer en todo el momento junto con el paciente cumpliendo con las medidas de aislamiento recomendadas (mascarilla quirúrgica, bata y lavado de manos frecuente). Se recomienda que el acompañante sea siempre el mismo (16).
El tratamiento específico del menor dependerá de su situación clínica. Destacar la importancia de la identificación temprana de aquellos niños con manifestaciones graves lo cual permite tratamientos de apoyo optimizados inmediatos y un ingreso (o derivación) seguro y rápido a la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos (UCIP).
Se debe valorar el ingreso en UCIP si el paciente tiene una infección de vías bajas con criterios de gravedad, o con manifestaciones extrapulmonares asociadas a cuadros graves y/o presenta un deterioro progresivo. También si el paciente presenta sepsis, shock séptico, fallo multiorgánico o SDRA, o requiere medidas de soporte, como ventilación asistida.
Criterios de valoración por UCIP (23):
No está indicada la administración sistemática de antibióticos. Se valorará en función de la gravedad del cuadro clínico y de la sospecha de sobreinfección bacteriana:
Está en investigación y se ha planteado como posible tratamiento en pacientes graves. No hay datos en menores de 2 años. Requiere determinación de IL-6 antes de la administración. Siempre que sea posible, debería ser empleado en el contexto de ensayos clínicos.
Se planteará en pacientes graves (preferiblemente en UCIP) y con elevación de IL-6 por encima de los valores del laboratorio de referencia (en general > 35 pg/mL) y/o dímero D (> 400 ng/mL o en progresivo aumento, siendo este uno de los datos más importantes a tener en cuenta). Las dosis empleadas en síndrome de liberación de citoquinas por CAR-T cells son:
Se empleará en dosis única. En situaciones excepcionales con una respuesta favorable se podría valorar una segunda infusión 12 horas después de la primera. En el momento actual, se tiende a emplear la dosis de 8 mg/kg/iv, incluso si pesa menos de 30 kg, para evitar posibles reacciones de hipersensibilidad.
Su uso se ha asociado a un incremento en el riesgo de infecciones, incluidas infecciones oportunistas (p.ej., Aspergillus spp.), por lo que requiere una vigilancia estrecha.
Al igual que en adultos los corticoides sistémicos no están recomendados de forma general; se valorará su uso de forma individualizada. No obstante, se puede valorar en casos de SARS, shock séptico, encefalitis, síndrome hemofagocítico, fallo respiratorio agudo con necesidad de ventilación mecánica, SIM-PedS y cuando exista un broncoespasmo franco con sibilancias (en este caso se realizará manejo habitual de los episodios de broncoespasmo). Adicionalmente, se podría valorar su uso en caso de pacientes con hipoxemia que presentan empeoramiento respiratorio progresivo y >5-7 días desde el inicio de los síntomas. En caso de indicarse se recomienda: metilprednisolona intravenosa (1-2 mg/kg/día) durante 3 a 5 días.
Se han empleado en casos graves pero su indicación y eficacia debe ser evaluada en el marco de ensayos clínicos. Se han empleado en casos graves pero su indicación y eficacia debe ser evaluada. Las dosis recomendadas son: 2 g/kg en dosis única, 1 g/kg/día en 2 días, o 400 mg/kg/día, 5 días. Valorar cuidadosamente por el riesgo de sobrecarga de volumen. Estarían especialmente indicadas en el tratamiento del SIM-PedS.
Hasta la fecha, hay pocos casos pediátricos con COVID-19 que hayan desarrollado complicaciones tromboembólicas, por lo que parece que el riesgo en niños es menor que el observado en adultos. Se podría considerar individualmente la profilaxis con heparina de bajo peso molecular (enoxaparina) en caso de pacientes con factores de riesgo de trombosis (p.ej., enfermedad oncológica activa, antecedentes familiares o personales de eventos tromboembólicos, obesidad ), en pacientes con disfunción severa de ventrículo izquierdo (FE < 30%) o en pacientes graves con imposibilidad de deambulación, especialmente en niños mayores de 12 años y adolescentes. En caso de enfermedad tromboembólica venosa cambiar a dosis de tratamiento, con ajuste de la dosis según los niveles de anti-Xa.
No existe actualmente evidencia procedente de ensayos clínicos controlados para recomendar un tratamiento específico para el SARS-CoV-2 en niños con sospecha o confirmación de COVID-19.
Los tratamientos con medicamentos en investigación deberían ser administrados solo en el contexto de ensayos clínicos aprobados o en el marco del uso de medicamentos en situaciones especiales, con estricta monitorización clínica. Sin embargo, con los conocimientos actuales,se pueden hacer ciertas recomendaciones de tratamiento que se detallan en este documento (ver más abajo: Indicaciones para valorar tratamiento específico).
En el momento actual, no hay información científica que avale la utilidad de lopinavir/ritonavir, azitromicina ni hidroxicloroquina en el tratamiento de la infección por SARS-CoV-2.
Remdesivir:Actualmente es el único antiviral que ha demostrado un beneficio clínico, aunque discreto. Podría ser una opción terapéutica en pacientes pediátricos con una infección grave o moderada asociada a hipoxemia. Las dosis propuestas para la población pediátrica son:
La EMA recomienda en la actualidad realizar tratamientos de 5 días, así como su uso precoz en pacientes hospitalizados con hipoxemia. En casos graves, en UCIP, con carga viral persistente, de no objetivarse mejoría clínica, podría valorar prolongarse hasta un total de 10 días.
Indicaciones para valorar tratamiento específico (16):
Notas:
Un sumario de evidencia de Uptodate (24), de más reciente actualización, se centra en el manejo del niño y, en relación al tratamiento antiviral, establece (siguiendo las recomendaciones de una guía provisional multicéntrica que revisa este tema):
Puede ampliar la información sobre las opciones terapéuticas y las dosis a utilizar en los niños hospitalizados por infección grave por SARS-CoV-2 consultando el protocolo para el manejo y tratamiento de los pacientes con infección por SARS-CoV-2, publicado por el Ministerio de Sanidad/Agencia española del medicamentos y productos sanitarios y actualizado el 9 de julio de 2020 (17). También puede consultar el documento técnico del Ministerio de Sanidad sobre el manejo del paciente pediátrico en Atención Primaria (18) y el documento técnico sobre la atención hospitalaria de la COVID-19 (20) y las adaptaciones para el SMS sobre el manejo pediátrico en atención hospitalaria (50) y en atención primaria (51) de la COVID-19.
El objetivo del documento técnico del Ministerio de Sanidad sobre el manejo del paciente pediátrico en Atención Primaria (18), se describen además las recomendaciones generales en la población pediátrica en atención primaria, el procedimiento a seguir para la identificación de los casos y cuando el paciente solicita atención domiciliaria, y las medidas a adoptar para el aislamiento domiciliario del niño. En la actualización de noviembre se incluyen además algunos aspectos relacionados con la COVID-19 en la atención a los niños/as con patologías crónicas, así como con las actividades de promoción de la salud y prevención en la consulta de atención primaria como son el fomento de la lactancia materna y la vacunación.
Respecto a la identificación de casos, en esta nueva actualización del documento de manejo en atención primaria (18) se incluye una nueva definición de caso en población pediátrica: se define caso sospechoso de COVID-19 en población pediátrica a "cualquier niño/a con un cuadro clínico de infección respiratoria aguda de aparición súbita de cualquier gravedad que cursa, entre otros, con fiebre, tos, dolor de cabeza,síntomas gastrointestinales, dolor de garganta, disnea, mialgia y secreción nasal o congestión nasal, generalmente de forma agrupada. También se ha descrito la presencia de anosmia o ageusia (en la población que pueda identificar estos síntomas). La presentación aislada de rinorrea, sobre todo si es de forma prolongada, en principio no es indicativa de realización de prueba diagnóstica, salvo criterio clínico y epidemiológico".
Y se indica que ante todo caso considerado como sospechoso se debe realizar una prueba de diagnóstico de infección activa (PDIA, que puede ser una prueba rápida de antígeno o RT-PCR) para la detección de infección por SARS-CoV-2.
Respecto al recientemente descrito Síndrome Inflamatorio Multisistémico Pediátrico (SIMP) o Síndrome Inflamatorio Multisistémico Pediátrico temporalmente asociado con el SARS-CoV-2 (SIM-PedS) y su posible relación con la infección por SARS-CoV-2 en niños, el “European Centre for Disease Prevention and Control” (ECDC) ha publicado (15 de mayo) una revisión rápida (25) en la cual se describen los casos identificados e informados hasta el 13 de mayo de 2020 y de la cual destacamos:
El ECDC informa además de la importancia de la recopilación de datos por parte los Estados miembros de la UE / EEA y el Reino Unido para clarificar la incidencia de EK / SIMP e identificar los grupos de edad más afectados y los factores de riesgo para ambas afecciones; y para determinar el papel del SARS-CoV-2 en la patogénesis. Además, el ECDC ha acordado con Estados miembros de la UE / EAA y el Reino Unido incluir el SIMP como una posible complicación que se informará en el proceso de vigilancia estándar de la COVID-19.
Por último hace referencia a la comunicación del riesgo indicando que dicha comunicación es necesaria para crear conciencia en la comunidad médica sobre la posibilidad de SIMP-TS e informar a los padres y cuidadores sobre los signos y síntomas que deberían "vigilar" para buscar tratamiento inmediato. Indica además que, en la comunicación del riesgo, también se debería enfatizar que el SIMP-TS es una condición rara y que su posible asociación con la enfermedad COVID-19 todavía está bajo investigación.
El 15 de mayo la OMS publicó un documento científico (26) en el que enfatiza sobre la necesidad urgente de recopilar datos estandarizados que describan las presentaciones clínicas, la gravedad, los resultados y la epidemiología de los casos de SIMP. Además, la OMS plantea una definición preliminar de caso que refleja las características clínicas y de laboratorio observadas hasta la fecha en los niños. Se trataría de:
Respecto a las características clínicas observadas en estos pacientes:
La serie de casos más grande publicada hasta ahora incluyó a 186 pacientes (27). La mediana de edad fue de 8,3 años (7% tenían <1 año, 28% tenían 1-4 años, 25% tenían 5-9 años, 24% tenían 10-14 años y 16% tenían 15-20 años), y 62 % eran hombres. En cuanto a la etnia, el 31% eran hispanos o latinos, el 25% eran negros y el 19% eran blancos. Alrededor del 73% de los pacientes habían estado previamente sanos, y el 70% dieron positivo para el SARS-CoV-2 mediante pruebas moleculares o serológicas. La mayoría (88%) fueron hospitalizados con una duración media de 7 días, y el 80% precisó cuidados intensivos. Los sistemas más afectados fueron los sistemas gastrointestinal (92%), cardiovascular (80%), hematológico (75%), mucocutáneo (74%) y respiratorio (70%). Alrededor del 8% de los pacientes tenían aneurismas de las arterias coronarias, y se observaron características similares a la enfermedad de Kawasaki en el 40% de los casos. La tasa de mortalidad fue del 2%.
En julio de 2020 se publicó un documento de consenso español sobre el “Síndrome Inflamatorio Multisistémico Pediátrico vinculado a SARS-CoV-2”, elaborado por seis sociedades científicas de la Asociación Española de Pediatría(28). En este documento se desarrolla y describe un protocolo de actuación consensuado para este tipo de pacientes. Extraemos del documento sus recomendaciones:
Una revisión sistemática reciente (septiembre) (35), recopila el conocimiento de este cuadro clínico hasta este momento.
Se concluye que el SIMP es una nueva enfermedad pediátrica asociada con el síndrome respiratorio agudo severo coronavirus 2 (SARS-CoV-2) que es grave y potencialmente letal. Con un reconocimiento rápido y atención médica, la mayoría de los niños sobrevivirán, pero actualmente se desconocen los resultados a largo plazo de esta afección.
Sobre esta nueva entidad Uptodate también incluye un sumario de evidencia en el que se revisa el tratamiento y el pronóstico del SIMP (29).
Se recogen a continuación los documentos de posicionamiento que han elaborado distintas Agencias y Sociedades Científicas en relación al manejo de pacientes con comorbilidades específicas:
Recomendaciones generales en caso de intervención quirúrgica en el contexto de la pandemia por COVID-19 de la Asociación Española de Cirujanos
En el documento se revisan, entre otros aspectos, las precauciones que deben tomarse en caso de intervenir a un paciente COVID-19 positivo confirmado, si existe una vía de abordaje preferente en este tipo de pacientes, el protocolo a seguir en caso de exposición biológica o el protocolo de actuación en el área quirúrgica. Se aportan también indicaciones sobre la colocación y retirada del EPI. Destacamos que:
Se recomienda realizar pruebas de detección de COVID-19 de forma rutinaria antes de una intervención quirúrgica urgente o electiva (aunque esta recomendación está sujeta a la evolución temporal de la pandemia y a los recursos existentes en cada área geográfica).
En base a la información actual, se debe priorizar la vía de abordaje
quirúrgico que sea más beneficiosa para el paciente independientemente
de la infección por COVID-19. En caso de emplearse la vía laparoscópica,
siempre se extremarán las medidas de protección de la vía aérea y mucosas
(mascarillas y gafas apropiadas) y se tendrá especial precaución de no
realizar exposiciones directas durante los momentos en los que exista
algún tipo de salida de gas (evacuaciones puntuales, exuflación final…).
Asimismo, aunque no existe evidencia al respecto, en caso de disponer
de ellos, sería recomendable utilizar filtros de humo en las cánulas de
cada uno de los puertos de laparoscopia
En caso de un paciente confirmado positivo, se debe utilizar un equipo de protección individual (EPI) junto con la indumentaria quirúrgica para asegurar la adecuada protección del personal de quirófano. Aún en casos no confirmados, en el actual contexto de pandemia, se debería asumir que todos los pacientes son positivos y tomar las mismas medidas de protección para evitar una exposición innecesaria del personal.
En caso de pacientes que requieran tratamiento antibiótico no es necesario añadir tratamiento para el COVID-19; el tratamiento en el paciente quirúrgico sigue las mismas indicaciones que para el resto de pacientes infectados por COVID-19.
En una pregunta clínica realizada por la Unidad de Epidemiología Clínica y Biblioteca Hospital Universitario Donostia y publicada en la web de Evidencias COVID-19 del Centro Cochrane Iberoamericano se plantea como cuestión si se recomienda realizar la prueba PCR para COVID-19 a todos los pacientes de cirugía electiva, y se concluye que es una recomendación débil por ausencia de pruebas científicas. Tras la revisión realizada se concluye:
El 17 de abril la “European Society of Trauma and Emergency Surgery” se publicó un documento de consenso con recomendaciones para el proceso quirúrgico y anestésico y para el manejo pre y postoperatorio del paciente que precisa una intervención de urgencia. Destacamos que el documento indica que la RT-PCR se considera el estándar de referencia en el diagnóstico de SARS-CoV-2 pero su utilización en circunstancias de urgencias no es operativa; en consecuencia sugiere que los pacientes con síntomas sugestivos de infección por COVID-19 que tienen una afección quirúrgica que requiere atención inmediata y no se han realizado pruebas antes de la presentación en la sala de emergencias, deberían someterse a una radiografía de tórax y / o una ecografía de tórax y / o una tomografía computarizada de tórax para determinar si existe neumonitis intersticial bilateral (consolidaciones periféricas de vidrio esmerilado) relacionada con la infección por COVID-19.
En el documento técnico del Ministerio de Sanidad sobre la programación de cirugía durante el periodo de transición de la pandemia COVID-19 se establecen las medidas a adoptar para la reintroducción segura para el paciente y el profesional sanitario de la actividad quirúrgica programada.
Se proponen como recomendaciones para el despistaje de infección activa de pacientes previo al procedimiento quirúrgico programado:
Destacar que en esta versión actualizada del documento se indica
que Con la evidencia actual, no se puede recomendar el uso de prueba
de antígeno en el despistaje de pacientes asintomáticos
sin sospecha de infección previo a la cirugía electiva.
No obstante, pueden ser de utilidad para el diagnóstico de pacientes
con síntomas compatibles de menos de 5 días de evolución
.
También se señala que los pacientes ingresados en los que se les programe una cirugía electiva seguirán el proceso de despistaje de manera similar a los pacientes ambulatorios, necesitando la repetición de la prueba diagnóstica, si estuviese indicada, en las 72 horas previas a la cirugía, independientemente de que la tuviera realizada con anterioridad.
Y en cuanto a la actuación en situaciones de infección pasada:
Actitud tras el despistaje:
En caso de limitación en la disponibilidad de diagnósticos microbiológicos: en caso de estar indicada, se recomienda la realización de la RT-PCR preferentemente a los pacientes y cirugías de alto riesgo.
Recomendaciones para el manejo del paciente politraumatizado de la Asociación Española de Cirujanos
En el momento actual la Asociación Española de Cirujanos recomienda
que a la hora de atender a un paciente politraumatizado, en estos momentos
no podemos saber si puede ser COVID - 19 +, aunque el porcentaje posiblemente
sea bajísimo, pero es importante utilizar todas las medidas de protección:
batas impermeables, gafas, calzas impermeables y guantes que se mantendrán
durante toda la atención del paciente: traslado al TC, a Rayos de Vascular,
quirófano o UCI
.
Esta información también se recoge en un documento de consenso de esta misma sociedad sobre la atención de la urgencia quirúrgica durante la pandemia COVID-19. Este documento, respecto al manejo del paciente con urgencia quirúrgica recomendaba la determinación del estatus COVID-19 de todos los pacientes, independientemente de si presentaban o no sintomatología de coinfección viral. No obstante, añadía que:
Manejo del paciente con enfermedades reumáticas
La Sociedad Española de Reumatología establece que Hasta la fecha,
no se ha descrito que los pacientes con enfermedades reumáticas que reciben
tratamientos biológicos o con fármacos inmunosupresores sean un grupo
de riesgo para desarrollar formas más graves de la enfermedad causada
por el coronavirus
. Y se pide a los pacientes que no tomen decisiones
unilaterales sobre la suspensión del tratamiento por miedo a la infección
(30 de marzo 2020).
El sumario de evidencia de Uptodate sobre el manejo del paciente con enfermedad reumática durante la pandemia concluye que:
Una guía rápida de NICE, actualizada el 2 de julio, aborda el manejo de las enfermedades reumatológicas y sobre el tratamiento farmacológico de los pacientes con COVID-19 conocido o con sospecha de la enfermedad plantea:
Destaca además este documento que:
Pacientes con esclerosis múltiple
El Grupo de Estudio de Enfermedades Desmielinizantes de la Sociedad Española de Neurología transmite un mensaje de tranquilidad a los pacientes con esclerosis múltiple (EM) e insta a que no abandonen sus tratamientos inmunosupresores o inmunomoduladores por miedo a posibles contagios. Informa que abandonar el tratamiento inmunosupresor o inmunomodulador prescrito de forma convencional o en el contexto de un estudio puede tener consecuencias graves para los pacientes y puede suponer una reagudización grave (informe del 16 de marzo 2020).
El sumario de evidencia de BMJ Best Practice sobre el manejo de condiciones coexistentes en el contexto de la COVID-19 (31), incluye la esclerosis múltiple entre las patologías que se revisan. Indica al respecto que:
Destacar que, en el momento actual, los datos sobre si la inmunodepresión (en general) es un factor de riesgo para presentar COVID-19 más grave son contradictorios y no concluyentes (ver en Preevid).
El documento de información científico técnica sobre la COVID-19 del Ministerio de Sanidad comenta que "algunos autores barajan la posibilidad de que la inmunosupresión pueda actuar como protectora, en cierto grado, de la hiperrespuesta inmune con liberación de citoquinas que parece ser determinante en la evolución de la infección por SARS-CoV-2. Aunque los pacientes inmunodeprimidos tras trasplante de órgano sólido pueden ser más susceptibles a infección por SARS-CoV-2, el efecto antiinflamatorio de la inmunosupresión puede disminuir la expresión clínica de la enfermedad. La ciclosporina y el tacrolimus, los fármacos más utilizados como inmunosupresores en estos pacientes, reducen la producción de IL-2 e IL-17".
La Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica y la Sociedad Española de Inmunología informan, en la actualización de su documento Recomendaciones para la prevención frente al coronavirus SARS-CoV-2 en pacientes inmunodeprimidos , que:
El documento incorpora además un decálogo con las principales recomendaciones que deben seguir estos pacientes inmunodeprimidos para evitar contagiarse por el nuevo coronavirus.
El sumario de evidencia de BMJ Best Practice (31) sobre el manejo de condiciones coexistentes en el contexto de la COVID-19, en el apartado de consideraciones para niños y jóvenes inmunocomprometidos hace referencia a una guía rápida de NICE sobre el manejo general de niños y jóvenes inmunocomprometidos (incluidos aquellos con inmunodeficiencias primarias, aquellos con inmunodeficiencias secundarias o adquiridas por una afección o tratamiento, y aquellos con enfermedad crónica asociado con disfunción inmune).
La guía informa que:
Pacientes con enfermedad cardiovascular
El documento de información científico técnica sobre la COVID-19 del Ministerio de Sanidad informa que “Las personas con enfermedades cardiovasculares e hipertensión (HTA) constituyen un grupo de mayor riesgo para desarrollar síntomas graves por COVID-19”.
Sobre los efectos de la COVID-19 a nivel cardiovascular comenta que
el SARS-CoV-2 produce daño cardiaco agudo e insuficiencia cardiaca y que
la alta incidencia observada de síntomas cardiovasculares parece relacionada
con la respuesta inflamatoria sistémica, el efecto de la desregulación
de ACE2, así como de la propia disfunción pulmonar y la hipoxia; todo
ello resultaría en un daño agudo de las células miocárdicas. Además ,
en base a lo observado en casos recuperados de la infección por SARS-CoV,
el SARS-CoV-2 también podría provocar alteraciones crónicas del sistema
cardiovascular.
La Sociedad
Europea de Cardiología ha publicado una guía sobre el diagnóstico
y manejo de enfermedades cardiovasculares durante la pandemia de COVID-19.
También la Sociedad Española de Cardiología dispone de una página web con documentación sobre el abordaje del paciente con enfermedad cardiovascular en el contexto de la pandemia COVID-19. Destacamos la declaración de los pacientes en tratamiento con medicamentos IECA y ARA de estos grupos deben continuar con el tratamiento, sin que actualmente esté justificada una modificación del mismo (en preevid).
Se identifica además un documento de consenso (de Australia y Nueva Zelanda) que revisa y resume los datos disponibles sobre la infección por SARS-CoV-2 en pacientes con enfermedad cardiovascular preexistente y las manifestaciones cardiovasculares agudas de la COVID-19.
Una revisión narrativa (actualmente en fase previa a su publicación) analiza el efecto arritmogénico asociado a COVID-19 (secundario a problemas relacionados con COVID-19, como la fiebre, el estrés, las alteraciones electrolíticas o el uso de ciertos medicamentos, y posiblemente a la propia infección por SARS-CoV-2). Plantea que los pacientes con arritmias cardiacas hereditarias (como síndrome de QT largo, el síndrome de Brugada, el síndrome de QT corto y la taquicardia ventricular polimórfica catecolaminérgica) pueden tener un mayor riesgo pro-arrítmico en el contexto de la infección por COVID-19 y sugiere una serie de consideraciones terapéuticas y recomendaciones para su monitorización.
Manejo del paciente con insuficiencia renal en diálisis
De la información que aporta el documento técnico del Ministerio de Sanidad del 25 de marzo extraemos que:
Similares recomendaciones aporta documento técnico para el manejo, prevención y control de pacientes COVID-19 en unidades de diálisis (adaptación para el Servicio Murciano de Salud), actualizado a 6 de abril de 2020. En este documento se incorporan además los algoritmos de manejo de posibles casos en función de que el paciente esté en su domicilio, sea atendido en un centro de diálisis concertado o en un hospital del SMS. En todas las circunstancias, tras confirmar la ausencia de criterios de gravedad, el nefrólogo solicitará la realización de una RT-PCR al paciente a través del centro coordinador COVID. En caso de RT-PCR positiva se gestionará el ingreso del paciente en el hospital.
También proporciona información análoga el documento de consenso de los CDC sobre prevención y control de infecciones para pacientes con sospecha o confirmación de COVID-19 en hemodiálisis, actualizado el 23 de mayo.
El 15 de abril se publicaron los datos (publicación “pre-proof”) que proporciona el Registro específico para pacientes en alguna modalidad de tratamiento renal sustitutivo (TRS) en España, elaborado por la Sociedad Española de Nefrología (30). El Registro COVID-19 comenzó a funcionar el día 18 de marzo de 2020 y hasta el 11 de abril se habían introducido en el Registro los datos de 868 pacientes en TRS con infección documentada por el coronavirus SARS-CoV-2. Se describen en el documento las características epidemiológicas, y clínicas de los pacientes, los tratamientos recibidos y su evolución clínica. Los autores concluyen que la infección por SARS-CoV-2 afecta ya a un número importante de pacientes españoles en TRS, fundamentalmente aquellos que están en hemodiálisis en centro, las tasas de hospitalización son muy elevadas (el 85% de los pacientes registrados requirió ingreso hospitalario, siendo el 8% en la UCI) y la mortalidad es elevada (hasta el 11 de abril había fallecido 198 pacientes, el 23% de los registrados); la complicación más frecuente fue la neumonía (en un 72% de los pacientes) y la edad y el desarrollo de neumonía se muestran como factores asociados a mortalidad.
Comentar la existencia de otra guía rápida de NICE sobre el manejo del paciente con enfermedad renal crónica (ERC) en el contexto de la pandemia. De ella destacamos que:
Los datos acumulados sugieren que la probabilidad de una enfermedad grave y muerte por COVID-19 es mayor entre los pacientes adultos con cáncer, particularmente aquellos con neoplasias hematológicas, cáncer de pulmón, enfermedad metastásica y aquellos que son mayores y con otras comorbilidades (31,32).
Un estudio observacional (33) de pacientes remitidos a servicios de oncología en Europa informó que la mortalidad por COVID-19 fue del 33,6% y se asoció con el sexo masculino, edad ≥ 65 años, ≥ 2 comorbilidades y malignidad activa. Casi el 60% de los pacientes desarrollaron insuficiencia respiratoria aguda. En cambio, la administración de terapia contra el cáncer (quimioterapia, inmunoterapia y terapia dirigida) no se asoció con la gravedad del caso o la mortalidad.
En el documento de información científico técnica (1)
sobre la COVID-19 del Ministerio de Sanidad se indica que Se ha observado
que personas con cáncer e infección por SARS-CoV-2 tienen un peor pronóstico.
Estas personas tienen mayor riesgo de evolucionar a complicaciones respiratorias
graves que requieran ingreso en UCI que las personas sin cáncer (39% vs
8%, respectivamente; p=0,0003). El riesgo aumenta en estos casos si en
el mes previo a la infección la persona fue sometida a una cirugía o recibió
quimioterapia (OR 5,34, IC 95% 1,80–16,18; p=0,0026). Finalmente, los
pacientes con cáncer se deterioran más rápidamente que los que no tienen
cáncer (tiempo mediano de desarrollar enfermedad grave 13 días)
.
En una revisión sistemática (45) publicada en septiembre se evaluó la tasa de mortalidad en los pacientes con cáncer y COVID-19. Se incluyeron 52 estudios, con un total de 18.650 pacientes con COVID-19 y cáncer, para el análisis agrupado. Se registró un total de 4.243 muertes lo que implica que la probabilidad de muerte fue del 25,6% (IC 95%: 22,0% -29,5%) en esta población de pacientes.Hacen hincapié los autores en que, dado esta alta probabilidad de muerte, se deben tomar medidas preventivas apropiadas y agresivas para reducir el riesgo de COVID-19 en pacientes con cáncer y para manejar de manera óptima a aquellos que contraen la infección.
En otra revisión sistemática de finales de octubre, centrada en pacientes (adultos y pediátricos) con cáncer hematológico (52) se incluyeron 39 estudios con 3.377 pacientes. Los puntos clave para la práctica clínica identificados con respecto a pacientes con neoplasias hematológicas y COVID-19 fueron, entre otros:
En julio de 2020, la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO) publicó un documento de consenso sobre el tratamiento de los pacientes con cáncer durante la pandemia de COVID-19 y recomienda que es posible que sea necesario reconsiderar la relación beneficio / riesgo en algunos pacientes. ESMO considera que los pacientes que reciben quimioterapia y los que han recibido quimioterapia en los últimos 3 meses están en riesgo y sugiere que las decisiones de iniciar o continuar la terapia contra el cáncer se discutan tanto para los pacientes que no tienen la infección por COVID-19 como para los que sí tienen la infección por COVID-19, pero con buen estado de salud y dispuestos a recibir tratamiento después de una explicación de los riesgos y beneficios. La prioridad y la intensidad de la atención del cáncer deberían adaptarse al escenario pandémico. ESMO sugiere la siguiente priorización de pacientes:
Entre las medidas que recomienda a ESMO encontraríamos:
Respecto al tratamiento con radioterapia, la ESMO también considera que los pacientes que reciben radioterapia extensa están en riesgo y al igual que en el caso de la quimioterapia sugiere que las decisiones de iniciar o continuar el tratamiento se reevalúen después de una explicación de los riesgos y beneficios.
De documento previos destacamos:
En una guía rápida de NICE sobre el paciente oncológico encontramos que:
La guía incluye una tabla destinada a ayudar en la priorización de los pacientes para el tratamiento anticancerígeno sistémico. Se indica tener en cuenta:
Se sugiere tomar las decisiones de priorización de tratamiento por parte de un equipo multidisciplinar y considerar el caso de cada paciente de forma individual. La decisión razonada se ha de registrar y se ha de comunicar claramente, con documentación escrita si es posible, el motivo de la decisión a los pacientes, sus familias y cuidadores.
Además incorpora el enlace a un informe con las opciones de cambio provisional de tratamiento (según el tipo de cáncer) durante la pandemia por COVID-19 (cambios destinados a permitir una mayor flexibilidad en el tratamiento del cáncer durante la pandemia).
Otra guía rápida de NICE, publicada el 28 de marzo, aborda de forma específica el manejo del paciente en tratamiento con radioterapia y de la información que aporta extraemos que:del paciente en tratamiento con radioterapia y de la información que aporta extraemos que:
Respecto al manejo de los pacientes en el área de radioterapia, para minimizar el riesgo de infección cruzada, se propone:
Por otra parte, al igual que en el caso del tratamiento con quimioterapia, se plantea la posibilidad de priorizar los tratamientos de radioterapia, indicando que se ha de tener en cuenta: el balance entre el riesgo de que el cáncer no se trate de manera óptima y el riesgo de que el paciente se enferme gravemente por COVID-19; los factores de riesgo específicos del paciente, incluidas las comorbilidades y cualquier riesgo de inmunodepresión; y los recursos disponibles (profesionales, instalaciones, equipos).La guía además propone usar el principio RADS (Remote, Avoid, Defer, Shorten) para ayudar a planificar el tratamiento individual del paciente en el contexto de la pandemia COVID-19:
Con fecha de 15/4/2020 el Ministerio de Sanidad con la participación de la Sociedad Española de Oncología Radioterápica publicó un documento técnico dirigido al manejo de pacientes que sean casos posibles o confirmados de COVID-19 en los servicios de oncología radioterápica. El documento plantea, entre otros aspectos, que:
La evidencia sobre el comportamiento del SARS-CoV-2 en pacientes oncológicos actualmente es limitada, aunque es probable que los pacientes sometidos a tratamiento inmunosupresor sean más susceptibles a adquirir la infección y a desarrollar complicaciones, tal como ocurre con otras infecciones virales respiratorias. Si a esto se le añade la presencia de otras comorbilidades y/o la edad avanzada, la gravedad de COVID-19, en estos pacientes, podría aumentar.
Se pueden consultar recomendaciones sobre el manejo concreto de diferentes tipo de cáncer en la página web diseñada por la "European Society for Medical Oncology".
Actualmente no hay evidencia de que la tasa de infección o el curso de la enfermedad de COVID-19 sea diferente en las personas que viven con el VIH en comparación con las que no tienen infección por el VIH en las poblaciones de Europa y América del Norte (31). El curso clínico en la población africana aún no se conoce; un sumario de evidencia hace referencia a un estudio “pre-print” que informa que los pacientes con VIH en Sudáfrica tenían un mayor riesgo de muerte, en comparación con las personas sin VIH, independientemente de la supresión viral (31).
El documento de información científico técnica sobre la COVID-19 del Ministerio de Sanidad informa que "Las personas infectadas con el virus VIH podrían tener un mayor riesgo de desarrollar una enfermedad grave por SARS-CoV-2, especialmente aquellos con comorbilidades, número bajo de CD4 o carga viral RNA VIH no suprimida. Por otra parte, el uso de fármacos antirretrovirales, podría modificar el riesgo de infección y curso clínico".
El documento hace referencia a un estudio observacional prospectivo (34) en el cual, en una cohorte de 2.873 personas con infección por VIH de un hospital de Madrid se confirmó COVID-19 en 35 casos (edad media 53,3 años, 84% varones). De estos pacientes el 55% requirió ingreso hospitalario; 6 pacientes requirieron ingreso en UCI (12%), dos de los cuales tenían CD4<200; y dos pacientes fallecieron. La incidencia acumulada por 100 personas en este grupo fue similar a la de la población general de Madrid: 1,2 (IC95% 0,8-1,79 en la cohorte VIH versus 0,92 (IC95% 0,91-0,93) en la población general. La presencia de comorbilidades fue significativamente superior en los casos con COVID-19 frente a los controles (hipertensión, diabetes, enfermedad renal crónica y enfermedad hepática crónica) así como el índice de masa corporal (25,5 kg/m2 [ 22,1–28,0] vs 23,7 kg/m2 [21,5–26,0, p=0,021). Las manifestaciones clínicas, analíticas y radiológicas fueron similares a las descritas para la población general. La duración mediana de detección de RNA de SARS-CoV-2 mediante RT-PCR fue de 18 días ( 7–28); la detección prolongada se asoció a casos con mayor tiempo desde el diagnóstico de VIH y con menores contajes de CD4, así como la presencia de enfermedad hepática o pulmonar crónica y un curso más grave de COVID-19.
Según la guía provisional de los "National Institutes of Health" (NIH) (actualizada el 19 de junio de 2020), los limitados datos disponibles actualmente no indican que el curso de la COVID-19 en personas con VIH sea diferente del de las personas sin VIH.
El documento de posicionamiento de la "European AIDS Clinical Society" (EACS) y la "British HIV Association" (BHIVA) sobre COVID-19 y VIH (actualizado el 25 de mayo) se hace referencia a las primeras series de casos de pacientes con VIH y COVID-19 y se indica igualmente que hasta el momento no hay evidencia de una tasa de infección por COVID-19 más alta o un curso de enfermedad diferente en las personas con VIH respecto a las personas con VIH negativo.
No obstante, al igual que en la población general, tendrían más posibilidades de desarrollar complicaciones graves, las personas con el VIH de edad avanzada y/o aquellas con patologías previas (comorbilidades).
Las personas con VIH deberían seguir todas las recomendaciones aplicables a población general, sin que existan indicaciones específicas. Sin embargo, deberían extremar las precauciones los pacientes con infección avanzada por VIH (es decir, recuento de células CD4 < 200 / mm3). En relación a este aspecto la NIH comenta que esta situación ha sido considerada un factor de riesgo para complicaciones de otras infecciones respiratorias aunque no se dispone de evidencia científica que confirme si esta posibilidad también es cierta para COVID-19; por su parte, la EACS y la BHIVA señalan que se debe suponer que la supresión inmune, indicada por un recuento bajo de células T CD4 o por no recibir tratamiento antirretroviral (ARV), se asociará con un mayor riesgo de una presentación más grave de la enfermedad.
Como medidas a tener en cuenta en personas con VIH se destaca:
En una revisión sistemática (38) publicada en septiembre se evalúan las características clínicas, el manejo diagnóstico y terapéutico y los resultados clínicos de pacientes con VIH y COVID-19. Se incluyeron 23 artículos, con un total de 164 pacientes adultos con VIH e infección por SARS‐CoV‐2 evaluados (no se identificaron estudios publicados sobre niños); los estudios incluidos fueron en su mayoría retrospectivos o series / informes de casos (19 estudios). De los resultados destacamos:
Los autores de la revisión destacan en base a los resultados obtenidos:
En un amplio estudio de cohortes de noviembre se analizaron los síntomas
y la prevalencia de la infección por SARS-CoV-2 en personas con
VIH a través de una encuesta telefónica (57).
La encuesta fue completada por 3.411 participantes, incluidas 2.078 (61%)
personas con VIH y 1.333 participantes VIH seronegativos (SN) de todo
Estados Unidos. El trece por ciento (n = 441) de los participantes en
la encuesta fueron evaluados para la infección por SARS-CoV-2 (13,4%
de las personas con VIH vs 12,2% de los SN). Entre los evaluados, la positividad
fue mayor en las personas con VIH que entre los SN (11,2% vs 6,1%, p =
0,08). La mayoría de los síntomas notificados desde enero
de 2020 fueron similares en las personas con VIH que en los SN, incluidos
dolor de cabeza (23% frente a 24%), mialgias (19% frente a 18%), dificultad
para respirar (14% frente a 13%), escalofríos (12% frente a 10
%), fiebre (6% vs 6%) y pérdida del gusto u olfato (6% vs 7%).
Entre las personas con VIH que dieron positivo al SARS-CoV-2, los síntomas
más comunes fueron dolor de cabeza (71%), mialgia (68%), tos (68%)
y escalofríos (65%). En el análisis multivariable entre
los evaluados, las probabilidades de positividad para el SARS-CoV-2 fueron
mayores entre las personas con VIH que entre los SN (ORa = 2,22 IC del
95% = 01,01-4,85, p = 0,046).
La actualización del 9 de octubre de la guía de práctica clínica de los “National Institutes of Health” (NIH) (48) sobre el tratamiento de la COVID-19 incorpora una sección con consideraciones a tener en cuenta en personas con VIH. La guía enfatiza que las recomendaciones para el triaje, manejo y tratamiento de COVID-19 en personas con VIH son las mismas que para la población general. También recomienda continuar la terapia antirretroviral y la profilaxis para infecciones oportunistas siempre que sea posible en personas con VIH que desarrollan COVID-19, incluso en aquellas que requieren hospitalización.
Puede obtener información adicional sobre el manejo de estos pacientes en la documentación que publica el Ministerio de Sanidad, los CDC y la OMS.
Sobre el efecto de la pandemia en las personas con enfermedad mental grave (EMG), en una revisión rápida del CEBM de Oxford publicada a principios de agosto, en base a la información que aportaban 4 estudios observacionales, se resumía que:
En cuanto a si la patología mental es un factor de riesgo para la COVID-19:
En un estudio de cohortes (46), publicado como carta de investigación el 30 de septiembre, se evalúa la asociación entre tener cualquier enfermedad psiquiátrica previa y la mortalidad relacionada con COVID-19 en pacientes hospitalizados.
Se incluyeron todos los pacientes que ingresaron por COVID-19 en 5 hospitales del noreste de Estados Unidos, del 15 de febrero y 25 de abril de 2020 y hubo un seguimiento hasta el 27 de mayo. Un total de 1.685 pacientes fueron hospitalizados con COVID-19 durante el período de estudio (edad media , 65,2 años; 887 [52,6%] eran hombres). De los 1.685 pacientes, 473 (28%) tenían diagnósticos psiquiátricos antes de la hospitalización. Los pacientes con diagnósticos psiquiátricos eran significativamente mayores y más propensos a ser mujeres, blancos y no hispanos y tener comorbilidades médicas (cáncer maligno, enfermedad cerebrovascular, insuficiencia cardíaca congestiva, diabetes, enfermedad renal, enfermedad hepática, infarto de miocardio y/o VIH). ). En total, 318 pacientes (18,9%) fallecieron. Los pacientes con diagnóstico psiquiátrico tuvieron una mayor tasa de mortalidad en comparación con aquellos sin diagnóstico psiquiátrico, con 35,7% vs 14,7% de mortalidad a las 2 semanas y 40,9% vs 22,2% de mortalidad a 3 semanas (p <0,001 ) . En el modelo no ajustado, el riesgo de muerte hospitalaria relacionada con COVID-19 fue mayor para aquellos con cualquier diagnóstico psiquiátrico (índice de riesgo: 2,3; IC del 95%, 1,8-2,9; P <0,001). Después de controlar las características demográficas, otras comorbilidades médicas y la ubicación del hospital, el riesgo de muerte siguió siendo significativamente mayor entre los pacientes con un trastorno psiquiátrico (índice de riesgo: 1,5; IC del 95%, 1,1-1,9; p = 0,003).
Este hallazgo parece confirmarse en otra investigación (47) publicada a principios de octubre en la que se evaluó el impacto de un diagnóstico reciente (en el último año) de un trastorno mental (trastorno por déficit de atención / hiperactividad, trastorno bipolar, depresión y esquizofrenia), sobre el riesgo de infección por COVID-19 y sobre la mortalidad y hospitalización relacionadas. Se analizó una base de datos nacional de registros médicos electrónicos de 61 millones de pacientes adultos de 360 ??hospitales y en 50 estados de los EE. UU., hasta el 29 de julio de 2020. Los pacientes con un diagnóstico reciente de un trastorno mental tuvieron un aumento significativo riesgo de infección por COVID-19, con un efecto más fuerte para la depresión (odds ratio ajustada, ORa = 7,64, IC del 95%: 7,45-7,83, p <0,001) y la esquizofrenia (ORa = 7,34, IC del 95%: 6,65-8,10, p < 0,001). Los pacientes con un diagnóstico reciente de trastorno mental e infección por COVID-19 tuvieron una tasa de muerte del 8,5% (frente al 4,7% entre los pacientes con COVID-19 sin trastorno mental, p <0,001) y una tasa de hospitalización del 27,4% (vs. .18,6% entre pacientes COVID-19 sin trastorno mental, p <0,001).
En el documento de información científico-técnica
del Ministerio de Sanidad (1) se aborda también
la repercusión de la pandemia en la salud mental de la población
general y de las personas con enfermedad mental previa. Se indica, a modo
de resumen, que Las repercusiones en la salud mental de la pandemia
por COVID-19 son directos por la propia enfermedad y también derivados
de la situación que la propia pandemia ha generado. Los grupos
especialmente vulnerables son los hospitalizados, las personas con enfermedad
mental previa, con situaciones difíciles provocadas por el aislamiento
y la crisis económica y los trabajadores sanitarios, aunque los
efectos psicológicos afectan a toda la población.
Varias Sociedades Científicas españolas han publicado (26 de marzo) un documento de consenso dirigido a resumir las principales interacciones que se producen entre los fármacos prescritos para el tratamiento de los trastornos psicóticos y los que se están empleando para el tratamiento de los pacientes con COVID-19. Aunque aborda específicamente el uso de psicofármacos en personas mayores, sus conclusiones, especialmente en lo referente a las interacciones, podrían ser extrapoladas a población más joven.
Comenta el documento que las personas mayores de 70 años suponen en España (a fecha del 24 de marzo), el 25% de los casos confirmados de COVID-19 y el 48,7% de los hospitalizados. Por otro lado, se dan circunstancias en el ingreso de las personas mayores con infección por COVID-19 que hacen que los trastornos de agitación, inquietud psicomotriz, agresividad o psicosis sean frecuentemente esperables; también que se descompensen o agraven trastornos neuropsiquiátricos previos. Además, entre los tratamientos específicos recomendados por los protocolos de COVID-19 tanto lopinavir/ritonavir como hidroxicloroquina/cloroquina pueden prolongar el intervalo QT; su uso concomitante aumenta este riesgo, y la adición de un tercer fármaco con este efecto (como algunos de los psicofármacos habitualmente utilizados) podría ser aún de mayor toxicidad y propiciar la aparición de arritmias.
En este contexto, se establecen recomendaciones sobre la adecuación de la prescripción de psicofármacos en personas mayores afectas por COVID-19 y tratadas con algunas de las medicaciones que se están utilizando en el momento actual (lopinavir/ritonavir, hidroxicloroquina/cloroquina, tocilizumab o remdesivir), que presentan previamente trastornos psicóticos o los inician durante la estancia hospitalaria o la enfermedad aguda. Destacamos que:
Una guía rápida de NICE aborda el manejo del paciente con asma grave, definida por la “European Respiratory Society” y la “American Thoracic Society” como el asma que requiere tratamiento con corticosteroides inhalados de alta dosis más un segundo controlador (y / o corticosteroides sistémicos) para evitar que se descompense, o que no se controle a pesar de esta terapia. Entre otros aspectos, el documento informa que:
La Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC) ha elaborado un decálogo con recomendaciones para el manejo del asma, dirigido los profesionales y los pacientes. Este documento propone que en los casos en que se precisan corticoides orales para el manejo del asma, estos se deberán continuar con las dosis más bajas posibles. También que deberán usarse las terapias biológicas en lo posible, a fin de limitar la necesidad de corticoides orales.
Además incorpora recomendaciones para el manejo de un paciente con una crisis de asma. Destacamos:
En una pregunta clínica elaborada por el CEBM de Oxford y publicada el 28 de mayo se revisan los riesgos y las consideraciones de manejo del paciente con asma en el contexto de la COVID-19. Tras la revisión realizada concluye:
El sumario de evidencia de BMJ Best Practice sobre el manejo de las condiciones coexistentes en el contexto de la COVID-19 (31), en cuanto al asma, resume que:
En una revisión sistemática (39) publicada en agosto el asma no se confirma como factor de riesgo pronóstico para COVID-19. En esta revisión, se comparó la prevalencia de asma entre los pacientes hospitalizados por COVID-19 en 15 estudios, con la prevalencia de asma en la población general y con la prevalencia promedio de asma, en los últimos 4 años, en las hospitalizaciones por gripe en los EE.UU. Además, analizando la evolución de 436 pacientes con COVID-19 admitidos en el Hospital de la Universidad de Colorado, se evaluó la probabilidad de precisar ventilación asistida en asmáticos, en comparación con no asmáticos. La proporción de asmáticos entre los pacientes hospitalizados con COVID-19 fue del 6,8% ( IC al 95% de 3,7 a 10,7%). Las cifras fueron similares a las de la población general, sin que se mostraran diferencias estadísticamente significativas para ninguno de los 15 estudios revisados. Este hallazgo contrasta con los de la gripe, en la que los asmáticos representaron más del 20% de los pacientes hospitalizados en los EE.UU. Utilizando datos del citado hospital, se observó que entre los pacientes con COVID-19, aquellos con diagnóstico de asma, no tenían más probabilidades que los no asmáticos de precisar ventilación asistida,después de ajustar por edad, sexo e IMC (RR =0,69 (IC del 95%: de 0,33 a 1,45).
En un metaanálisis de publicación posterior(43) se obtiene similar conclusión:el análisis de los datos de 744 pacientes asmáticos y 8.151 pacientes no asmáticos indicó que la presencia de asma no tuvo un efecto significativo sobre la mortalidad (OR = 0,96; IC 95%: 0,70-1,30; I2 = 0%; p = 0,79). Un análisis descriptivo de otros resultados clínicos indicó que tampoco hubo diferencias en la duración de la hospitalización y el riesgo de ingreso en la UCI entre los pacientes asmáticos y no asmáticos. Se considera, no obstante, que se requieren más estudios con un tamaño de muestra más grande para establecer evidencia sólida.
En el documento de información científico técnica sobre la COVID-19 del Ministerio de Sanidad se indica que “en las series de casos el EPOC está asociado a un peor curso clínico y una mayor mortalidad por COVID-19. En una revisión sistemática para analizar los síntomas y comorbilidades predictoras de una peor evolución clínica, se encontró una prevalencia muy baja de EPOC en casos graves y críticos (4,5% y 9,7%, respectivamente), y sin embargo fue la condición que se asoció de forma más significativa con la enfermedad grave (OR 6,42, IC 95% 2,44 – 16,9) y el ingreso en UCI (OR 17,8, IC 95% 6,56 – 48,2) (209). En otra revisión sistemática, los resultados fueron similares, observándose peor evolución en los casos con EPOC (OR 5,3; CI 95% 2,6-10,8) (178). En otra serie de 1590 casos confirmados en China, el efecto de EPOC en la peor evolución se mantuvo tras ajustar por edad y tabaco (HR 2,7, IC 95% 1,4–5)”.
En cuanto a su manejo en el contexto de la pandemia:
Los autores de una guía rápida de NICE sobre el manejo comunitario del paciente con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) proponen:
La Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC) ha elaborado un decálogo con recomendaciones para los profesionales y los pacientes en el cual se incluyen además recomendaciones para el manejo de un paciente con una exacerbación:
Similares recomendaciones encontramos en el sumario de evidencia de BMJ Best Practice sobre el manejo de las condiciones coexistentes en el contexto de la COVID-19 (31), en relación al EPOC. En este documento también se hace referencia a que los pacientes con EPOC tienen un mayor riesgo de enfermedad grave por COVID-19, que las organizaciones nacionales e internacionales aconsejan que los pacientes deberían mantener su tratamiento regular (incluso en caso de infección/exacerbación por el SARS- CoV-2) y que actualmente no hay evidencia para recomendar evitar los corticosteroides (inhalados u orales) en pacientes con EPOC durante la pandemia de la COVID-19.
En una reciente revisión narrativa (40) se responden a seis preguntas sobre la atención a los pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y COVID-19 aportando el punto de vista de especialistas de neumología de cuatro países europeos:
1) ¿Los pacientes con EPOC tienen un mayor riesgo de contraer COVID-19?
Los estudios realizados hasta ahora indicaron que solo alrededor del 2% de los pacientes ingresados en el hospital con infección por COVID-19 en China tenían EPOC subyacente, mientras que la prevalencia de EPOC en China oscila entre el 5% y el 13% De hecho, la EPOC no fue la comorbilidad notificada con más frecuencia en pacientes con COVID-19. Sin embargo, aunque el bajo porcentaje sugiere que la EPOC no es un factor de riesgo para adquirir COVID-19, la magnitud de la pandemia afectará a muchos pacientes con EPOC. Además, los pacientes con EPOC y COVID-19 tienen un peor resultado clínico en comparación con los pacientes con otras comorbilidades: los pacientes con EPOC y los fumadores actuales tienen un mayor riesgo de enfermedad grave. Además, tanto los pacientes con EPOC como los fumadores tienen un mayor riesgo de morir de COVID-19.
2) ¿COVID-19 debe considerarse una exacerbación de la EPOC?
Los coronavirus son causas estacionales reconocidas de exacerbaciones agudas de la EPOC . Sigue existiendo controversia sobre si el COVID-19 en un paciente con EPOC debe considerarse una exacerbación de la EPOC. Esto se deriva de nuestra definición actual de exacerbación que es un diagnóstico clínico basado en un cambio en los síntomas que requiere un cambio en el tratamiento Por lo tanto, un paciente con COVID-19 y EPOC que presente un aumento de tos y disnea que requiera tratamiento, cumpliría con la definición actual de exacerbación. Sin embargo, a partir de estudios de imágenes y post mortem está claro que la patología de una exacerbación por COVID-19 típica es muy diferente de la neumonía viral típica de COVID-19. Por lo tanto, conceptualmente, el COVID-19 en un paciente con EPOC es probablemente un proceso fisiopatológico muy diferente.
3)¿Cuál es el tratamiento médico óptimo para un paciente con EPOC y COVID-19?
4)¿Qué soporte ventilatorio se debe ofrecer a los pacientes con EPOC y COVID-19?
5)¿Qué otros tratamientos de apoyo se deben ofrecer a los pacientes con EPOC y COVID-19?
6)¿Cómo se debe ofrecer la atención al final de la vida en pacientes con EPOC durante la pandemia de COVID-19?
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