Aunque los sistemas de ionización del aire parecen capaces de disminuir la concentración de aerosoles presentes en una habitación, no se ha encontrado evidencia de su efectividad en la disminución de la transmisión de la COVID-19 y existen aspectos concernientes a su seguridad sin resolver.
La revisión sistemática Cochrane “Intervenciones para reducir los aerosoles contaminados producidos durante los procedimientos dentales para la prevención de enfermedades infecciosas” de 2020(1) explica que los sistemas de ionización del aire proyectan iones negativos que cargan las partículas en aerosol. Estos aerosoles con la misma carga eléctrica tenderían a repelerse y alejarse entre sí depositándose sobre las superficies cercanas. Otro posible mecanismo podría consistir en que los organismos que flotan en el aire, al cargarse con estas partículas negativas se volverían más pesados y precipitarían sobre las superficies. Aunque estos procesos reducirían la concentración de aerosoles en el ambiente, los organismos seguirían siendo viables por lo que sería necesario otro procedimiento adicional de desinfección. Esta revisión no localizó ningún ensayo clínico sobre ionización.
A diferencia de lo expuesto por la revisión Cochrane, según un borrador orientativo de la “Royal Society” de Reino Unido sobre las medidas a instaurar para disminuir la transmisión en interiores del SARS-CoV-2 en el invierno de 2020(2) los iones emitidos por los ionizadores de aire han mostrado propiedades germicidas al reaccionar con la superficie de los patógenos; sin embargo, cuando se han usado en unidades de cuidados intensivos sólo se han mostrado eficaces contra ciertas bacterias y no se han mostrado tan efectivos frente a virus (incluido el SARS-CoV-2).
Una revisión narrativa sobre COVID-19 y la industria alimentaria(3) que aborda diferentes métodos de desinfección entre los que incluye la ionización, comenta que, aunque se ha visto que este método es eficaz en la reducción de la transmisión aérea del virus de la gripe A en granjas avícolas, es escasa la evidencia disponible sobre su efectividad con el SARS-Cov-2. Además, los autores plantean que no puede excluirse que estos métodos generen concentraciones elevadas de ozono (que podrían ser perjudiciales para la salud) y que los flujos de aire generados podrían trasladar las partículas contagiosas desde los sujetos infectados hasta otras personas sanas que se encontraran en la misma habitación.
Según unas directrices estadounidenses dirigidas a la industria de la moda para la prevención de la diseminación de la COVID-19 en los procesos que implican probarse ropa(4), los dispositivos de ionización del aire no han demostrado su efectividad y no han sido registrados por la EPA (“Environmental Protection Agency”) .
Respecto a la producción de ozono(2-3,5), el uso de filtros de carbono usados en determinados dispositivos de ionización*, además de recoger partículas aerosol biológicos y no biológicos, reduciría las emisiones de ozono(6).
Por último comentar que la búsqueda realizada no ha identificadodo ningún estudio clínico que evalúe la efectividad de los sistemas de ionización en la disminución de la transmisión del SARS-CoV-2.
*Los dispositivos GWE (“generations of wind electrons”) son además sistemas de filtración de aire que esterilizan el aire mediante su circulación continua a través de una red de electrodos que genera un campo eléctrico.