La búsqueda en las bases de datos habituales no ha identificado ensayos clínicos aleatorios (ECA) que evalúen de forma aislada la efectividad del consumo de ácidos grasos monoinsaturados en resultados en salud de pacientes con enfermedad coronaria establecida (prevención secundaria).
Tampoco se encuentran recomendaciones en guías de práctica clínica (GPC) o sumarios de evidencia más allá de fomentar la sustitución de las grasas saturadas por ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados.
Una revisión sistemática de 2014 no encuentra un disminución del riesgo de diferentes eventos cardiovasculares en pacientes con enfermedad coronaria establecida que se someten a dietas con reducción del consumo de grasas o con dietas con mayor porcentaje de ácidos grasos poliinsaturados o monoinsaturados frente a los que siguen dietas control.
Y una GPC australiana de 2012(2) propone animar a los pacientes con enfermedad coronaria establecida a adoptar hábitos dietéticos saludables entre los que menciona un consumo de cantidades moderadas de grasas poliinsaturadas y monoinsaturadas; también recomienda alentar a los pacientes a reemplazar los ácidos grasos saturados por ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados.
En el resto de GPC(3-5) y sumarios de evidencia(6,7) sobre prevención secundaria consultados tan sólo se hace referencia a la necesidad de fomentar entre los pacientes dietas tipo “dieta mediterránea” enriquecidas con aceite de oliva o nueces (fuente de ácidos grasos monoinsaturados).
En los grupos de dieta reducida/modificada, el porcentaje de ácidos grasos saturados varió entre el 7,2% y el 14%, mientras que en los grupos control estos porcentajes oscilaron entre el 11,7% y el 26,4%. En el caso de los ácidos grasos poliinsaturados el rango estaba entre el 5 y el 20,9%, entre el 8% y el 26% para los ácido grasos monoinsaturados para los grupos de dieta grasa reducida/modificada, respectivamente; y la ingesta de ácido linoleico osciló entre el 3,6% y el 19,7% para la dieta con grasa reducida o modificada.
Se incluyeron 12 ECAs en los que participaron 7.150 participantes y no se observó una reducción significativa del riesgo considerando la mortalidad por todas las causas (riesgo relativos [RR]: 0,92, p = 0,60), la mortalidad cardiovascular (RR: 0,96; p = 0,84), los eventos cardiovasculares combinados (RR: 0,85, p = 0,30) o el infarto de miocardio (RR: 0,76, p = 0,13) al comparar dietas de grasas modificadas versus dietas de control. Tampoco se observaron diferencias significativas al comparar dietas reducidas en grasa versus dietas control. El modelo multivariado y univariado no mostró asociación significativa entre las variables independientes y los cambios de grasas saturadas, grasas monoinsaturadas, grasas poliinsaturadas y ácido linoleico.