Las guías de práctica clínica (GPC)(1-4) y sumarios de evidencia(5,6) revisados sobre el diagnóstico y manejo de la obesidad en adultos coinciden en recomendar el Índice de Masa Corporal (IMC) (peso, en kilogramos, dividido por el cuadrado de la altura del individuo,en metros) como la medida internacionalmente aceptada para establecer el diagnóstico de la obesidad. Sin embargo, también mencionan que, en ocasiones, el IMC debería interpretarse con cautela puesto que no es una medida directa de la adiposidad (por ejemplo en adultos con importante masa muscular es una medida menos precisa)(2,4) y presenta otras limitaciones como que no proporciona información sobre la distribución de la grasa corporal. En ninguno de estos documentos se menciona algún tipo de medida adicional a utilizar en mujeres gestantes.
Dos GPC(7,8) sobre obesidad centradas en el embarazo, mencionan igualmente el IMC como medio diagnóstico para identificar si la gestante sufre sobrepeso u obesidad. También, en base al IMC que presenta la mujer, se establece el número de kilos que se sugiere debería ganar una mujer durante su gestación. Ambas guías señalan que se debería calcular el IMC partiendo de los valores de peso y altura pre-gestación o los medidos en la primera visita antenatal (en el primer trimestre)(8) (puesto que estudios poblacionales han mostrado que el peso medio y la composición corporal altura no sufren modificaciones durante la fase precoz del embarazo(9)).
Una revisión narrativa publicada en 2009(10), establece, de forma similar a lo planteado, que, aunque el IMC es el índice internacionalmente aceptado para el diagnóstico de obesidad y que múltiples estudios epidemiológicos han mostrado una fuerte correlación entre su valor y los resultados de la gestación, presenta limitaciones como que es un marcador subrogado de la adiposidad, que no mide de forma directa el tejido adiposo, no discrimina entre masa grasa y masa magra en su determinación y no tiene en cuenta las diferencias que existen en base al género en el porcentaje y la distribución de la masa grasa corporal. En base a estas limitaciones, los autores de la revisión evalúan los distintos métodos disponibles para medir la grasa corporal (métodos antropométricos: peso y altura, IMC, circunferencias de cintura y cadera, espesor del pliegue cutáneo; métodos de composición corporal: densitometría, absorciometría de rayos X de energía dual [DXA], hidrometría, estudios de imagen [TAC, RMN], análisis de impedancia bioeléctrica) y su aplicación a la mujer gestante. Como conclusión se establece que, en general, los métodos antropométricos son baratos, factibles y aplicables tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo a lo largo del tiempo y que, en particular, y a pesar de sus limitaciones, la utilización del IMC para medir la obesidad materna ha sido útil para identificar a las mujeres que tienen un embarazo de alto riesgo. También ha demostrado ser un sólido identificador de la asociación epidemiológica entre la adiposidad y los resultados clínicos. Por otra parte, los métodos de composición corporal son caros, a menudo poco prácticos y de difícil aplicación fuera de una investigación. De estos métodos, se considera que los actuales avances técnicos del análisis de impedancia bioeléctrica lo sitúan como un método prometedor y que hay en curso estudios prospectivos para determinar si puede ser trasladado a la práctica clínica.