La amanita pantherina es una seta tóxica que crece desde finales de verano a principios de invierno en todo tipo de bosques. Posee un pie esbelto y largo con anillo fibroso y frágil. El sombrero, cubierto por finas escamas blancas, es globoso al principio, para transformarse después en convexo y, por último, aplanado. Láminas blancas bajo el sombrero. Color que varía del pardo oscuro al marrón claro.
La Amanitas (pantherina, muscaria y gemmata) contienen toxinas que son derivados isoxazólicos, como al ácido iboténico y su forma descarboxilada, el muscinol, que actuán como análogos del GABA, es decir como agentes gabamiméticos. La ingestión puede ser intencional o accidental en los niños por confusión entre la A. muscaria y la A. caesarea (oronga).
Provocan la aparición precoz de síntomas neurológicos que recuerdan la intoxicación por plantas tropánicas como la belladona. Tras 30-120 minutos desde la ingesta se presenta confusión, alteración del estado de conciencia, delirio, agitación acompañada de agresividad y en ocasiones alucinaciones. Es excepcional que aparezca depresión neurológica. El cuadro se autolimita en pocas horas.
Debe realizarse lavado gástrico y administrar carbón activado. El tratamiento de soporte y sintomático puede ser suficiente junto a una benzodiacepina como sedante. Si aparecen efectos anticolinérgicos graves puede utilizarse el antídoto fisostigmina o eserina, un alcaloide natural del haba de Calabar que bloquea de manera eficaz y reversible la enzima acetilcolinesterasa, haciendo que la acetilcolina se acumule en los receptores. Atraviesa la barrera hematoencefálica, siendo por tanto útil para revertir los síntomas anticolinérgicos sobre el SNC y periférico. Otros inhibidores de la colinesterasa, como la neostigmina o la piridostigmina, al no atravesar dicha barrera, no son eficaces para neutralizar la toxicidad atropínica a nivel central.