Hay que valorar tensión arterial, frecuencia cardíaca y electrocardiograma (ECG). correlacionándolos con signos de mala perfusión tisular: desorientación, depresión del nivel de conciencia, vasoconstricción periférica con frialdad, sudoración, pulso capilar, taquicardia, oliguria y acidosis metabólica. La hipotensión arterial y/o defecto de perfusión es la manifestación cardiovascular más frecuente en las intoxicaciones, y puede tener múltiples causas: disminución de la contractilidad miocárdica (barbitúricos, antidepresivos tricíclicos, hipnosedantes) o trastornos de la frecuencia o ritmo cardíaco (digoxina, bloqueadores beta, antagonistas del calcio, antidepresivos cíclicos, teofilina, etc.), hipovolemia por vómitos, diarreas o falta de ingesta, o disminución de resistencias periféricas por bloqueadores alfa o fenotiacinas.
Su tratamiento habitual incluye la corrección de una eventual hipoxemia, la posición en ligero Trendelenburg, la canalización venosa y la infusión de cristaloides (suero fisiológico), coloides u otros expansores plasmáticos. En casos refractarios, los enfermos precisan de un control de presión venosa central, fármacos vasoactivos inotrópicos del tipo dopamina, dobutamina o noradrenalina y algunos tratamientos específicos como alcalinización con bicarbonato si la hipotensión es debida a sobredosis de antidepresivos cíclicos, gluconato cálcico en la intoxicación por calcioantagonistas, atropina en bloqueos de la conducción cardiaca, etc. Las intoxicaciones graves por agentes cardiotóxicos pueden precisar, además, el uso de antídotos específicos (anticuerpos antidigitálicos, glucagón). El paro cardíaco requerirá las medidas habituales de reanimación, pero mantenidas durante un período de tiempo más prolongado.