Los documentos encontrados tras la búsqueda realizada, sugieren la preferencia del agua como líquido para la limpieza de sondas de nutrición enteral (NE) (tanto nasogástricas como orogástricas), y que en pacientes neonatales y pediátricos, las sondas se laven con el menor volumen de líquido necesario, usando de 2 a 5 ml en pacientes pediátricos y 1 ml o menos de agua en neonatos (tanto pretérmino como a término).
El consenso de profesionales de la American Society for Parenteral and Enteral Nutrition (ASPEN) publicó en 2017 unas recomendaciones relacionadas con prácticas seguras para la terapia de NE(1); en ellas se indica que en neonatos, los lavados se utilizarían con moderación porque las necesidades nutricionales de estos son muy altas y hay poco espacio para líquidos que no contengan nutrientes. Comenta que cuando es necesario, los lavados se utilizan con un volumen mínimo (2 o 3 ml) para mantener la permeabilidad de la sonda de alimentación. En pediatría, según el tamaño del niño, los lavados se utilizan para mantener la permeabilidad de la sonda y para administrar un mayor volumen de agua.
Señala que es importante tener en cuenta la edad del niño al enjuagar una sonda con agua. No recomienda los lavados de agua de rutina después de cada alimentación en bolo ni al interrumpir la alimentación continua de cualquier sonda que no sea la nasoyeyunal. Y para la mayoría de las sondas nasogástricas y orogástricas, se considera que de 3 a 5 ml de agua serán suficientes para enjuagar una sonda de NE.
El consenso general recomienda:
- En pacientes neonatales y pediátricos, lavar las sondas de NE con el menor volumen necesario para limpiarlas.
- Usar de 2 a 5 ml en pacientes pediátricos y 1 ml o menos de agua (o aire en lugar de agua) en neonatos.
Otro documento de consenso de la misma sociedad científica publicado en 2020, acerca de los mitos y prácticas infundadas sobre la NE(2), refiere que el mito nº 21 dice textualmente ”use refresco de cola, ablandadores de carne, jugos de piña o arándano, etc., para evitar la obstrucción y desatascar la sonda de alimentación”; en el argumento que rebate este mito, indica que, la prevención de las obstrucciones es la mejor estrategia y que consiste en lavar las sondas de NE con agua y reitera que en la población pediátrica y neonatal, debería realizarse con el menor volumen necesario: en el caso de una sonda nasogástrica en un paciente neonatal, enjuagar con 1 a 3 ml de agua y, en el caso de un paciente pediátrico, enjuagar con 3 a 5 ml de agua.
El resto de documentos consultados, entre ellos el documento de consenso de The European Society for Paediatric Gastroenterology Hepatology and Nutrition (ESPGHAN) sobre NE en bebés pretérmino(3) o el sumario de evidencia de Dynamed acerca de la alimentación del bebé prematuro(4), no hacen mención a la limpieza de las sondas utilizadas para la NE.
Por otra parte, en nuestro contexto sanitario, un manual de técnicas y procedimientos de Enfermería de Unidad de Neonatología de la Dirección Territorial de Melilla(5), publicado por el Ministerio de Sanidad, explica que sólo se debería limpiar la sonda tras la administración de medicación, y que lo ideal sería con leche. Este lavado, si se realiza con agua destilada (al ser osmótica) puede provocar diarreas al entrar en contacto con el tubo digestivo, y como consecuencia, deshidratación en el neonato, sobre todo en aquellos que son prematuros. Por estos motivos, los autores expresan que lo más recomendable es no lavar la sonda después de cada toma, e intentar administrar la medicación si la tuviera, a la misma hora que la alimentación. También se manifiesta en este manual que no existen evidencias de que el no lavar las sondas NE aumente el número de sondas obstruidas o haya mayor número de complicaciones por infección. En caso de lavar la sonda, hacerlo con los mililitros exactos (aprox. 0,5 ml) para no aportar más líquidos de los recomendados según su peso.