Es un mito extendido entre la población el hecho de que la leche produce moco. Esta idea parece estar ya presente en el siglo XII cuando el médico judío Maimónides desaconsejaba el consumo de leche en pacientes con asma; también es una creencia arraigada en la medicina tradicional china que atribuye a los lácteos (no a la mantequilla) un efecto humectante.
Tras la búsqueda en los recursos habitualmente consultados, sólo se han localizado revisiones narrativas sobre el tema y, en general, las fuentes bibliográficas en las que basan sus conclusiones son las mismas. Concluyen que los estudios son escasos, no existe evidencia que confirme dicha asociación y recomiendan no restringir la ingesta de leche basándose en esa posible hipótesis, dado que dicha conducta podría llevar a importantes déficits nutricionales.
Entre los escasos estudios realizados, sólo uno de ellos parece encontrar una relación entre el consumo de leche y el aumento de mucosidad.
De entre la documentación identificada, seleccionamos:
La revisión narrativa más reciente(1), publicada en 2018, pertenece al ámbito de la pediatría. Remite a varios estudios que exploran la presencia de esta creencia entre la población y la actitud de algunos sujetos de restringir la ingesta de leche ante la aparición de patologías respiratorias (incluso aunque no crean que la leche produce moco). En los estudios a los que hace referencia y que investigan la asociación entre la ingesta de leche y la producción de moco no se encuentra que dicha ingesta produzca un aumento, ni en la cantidad ni en la sensación de mucosidad, aunque sí informan de cambios en las características del moco. La revisión hace además referencia a la importancia de la leche como fuente calórica y de calcio, destacando el efecto perjudicial que su restricción tiene en la dieta de los niños, y más aún en los asmáticos que usan corticoides habitualmente. Evalúan también estudios sobre el efecto de la leche en la función pulmonar de pacientes asmáticos; en ellos no se encuentra un empeoramiento. Por tanto, ante la falta de evidencia y la importancia de la leche como alimento los autores de la revisión consideran que el mito de que la leche produce moco debería ser rebatido con firmeza por los profesionales de la salud.
Otra revisión narrativa, del ámbito de la nutrición y publicada en 2013(2), evalúa las creencias y realidades sobre la leche y los lácteos y concluye de forma similar que estos productos contienen muchos nutrientes esenciales y su consumo se asocia con una dieta de calidad y una ingesta adecuada de múltiples nutrientes; en consecuencia los profesionales de la salud deberían desempeñar un importante papel en la eliminación de mitos que como este se consideran erróneos.
Tampoco se encuentra evidencia científica que muestre una asociación etiológica entre el consumo de leche/lácteos y la producción de moco en otras revisiones narrativas(3,4). En una de ellas(3) se hace referencia a que, aunque hay evidencia de que algunos componentes de la leche estimulan la producción de moco en el tubo digestivo, este dato no explicaría un aumento de mucosidad en las vías respiratorias. En la otra(4), se concluye que “existe evidencia de que la leche no aumenta la mucosidad en personas sanas ni altera las pruebas funcionales respiratorias en asmáticos”.
Respecto a los estudios en los que se basan todos los documentos consultados:
El primer estudio observacional(5) que trató de comprobar si existía esta asociación se publicó en EEUU en 1948: se seleccionaron 647 pacientes de oftalmología y otorrinolaringología con nariz y gargantas de aspecto normal que no presentaban infección respiratoria de vías altas en ese momento. Se separaron en tres grupos según los vasos de leche consumidos semanalmente (0-5, 6-9, 10 o más) y se observó que el porcentaje de personas que se quejaba de moco postnasal era similar entre los distintos grupos. Se examinó la nariz y la garganta de 157 de esos pacientes y tampoco se observó diferencias en el porcentaje de pacientes con exceso de moco entre los consumidores (10 o más vasos) y los no consumidores (5 o menos vasos).
A principios de los noventa, en Australia, un grupo de investigadores, realizó una serie de estudios con la intención de asegurar que una importante fuente de nutrientes como es la leche no fuese retirada de la dieta sin justificación y aumentar la confianza de los padres en el manejo de los niños con patologías respiratorias.
- En uno de ellos(6) durante 10 días se estudió a 60 sujetos (voluntarios sanos) de entre 18 y 35 años que fueron inoculados con rinovirus tipo 2. Se recogieron de forma satisfactoria los datos de 51 de los sujetos. Se midió, entre otros parámetros, la secreción nasal (pesando los pañuelos usados) y la ingesta de leche y otros lácteos. La secreción nasal no se incrementó con el aumento del consumo de leche. Tampoco hubo asociación con otros lácteos. Este estudio fue financiado, entre otros por el “Australian Dairy Research Council”.
- En un ensayo clínico aleatorio (ECA) doble ciego(7) participaron 169 sujetos de los que 70 creían en la relación entre la leche y el moco. Se evaluó el aumento de la cantidad de moco mediante la realización de un cuestionario. El estudio lo completaron 125 sujetos. Se administró leche de vaca a 60 de ellos y un placebo a base de soja a los otros 65. Se encontraron diferencias entre ambos grupos en cuanto a las características del moco (viscosidad), pero no hubo diferencias en la cantidad de moco.
De publicación más reciente, identificamos:
Un estudio transversal(8), realizado en China, cuyo objetivo era investigar el papel de la nutrición en la salud respiratoria de los niños participantes en un estudio sobre contaminación del aire y salud respiratoria. Se encontró que el consumo de leche era un factor protector para la aparición de flemas (odds ratio [OR] 0,62; intervalo de confianza [IC] 95% 0,39-0,97).
En enero de 2019 se ha publicado un ECA prospectivo doble ciego(9) realizado en Reino Unido cuyo objetivo es examinar los efectos de la dieta con lácteos frente a la dieta sin lácteos sobre los niveles de moco nasofaríngeo percibidos por el paciente (medidos mediante una escala lineal y otra escala ordinal). Se seleccionaron 108 pacientes mayores de 15 años aquejados de sensación de una producción excesiva de secreción nasal. Los individuos retiraron los lácteos de su dieta, y durante los días 4, 5, 6, y 7 del estudio se separaron en dos grupos a los que se administró leche (grupo A) o un batido (placebo) a base de soja (grupo B). Describen que la retirada de la leche de la dieta, en comparación con el mantenimiento, tuvo un impacto en la cantidad de moco referido por los sujetos, encontrándose que el tamaño estimado del efecto de la intervención en el día 7 tenía una d de Cohen 0,40 (IC del 95%: 0,02-0,78) medido con la escala lineal y una d de Cohen 0,55 (IC del 95% : 0,16-0,95) medido con la escala ordinal. Los autores concluyen que una dieta sin lácteos se asocia con una reducción significativa en la sensación de la cantidad de secreción nasofaríngea en adultos aquejados de hipersecreción nasofaríngea previamente.