Aunque en determinados entornos es habitual el empleo de la terapia asistida con perros (TAP) en niños ingresados en hospitales; la investigación publicada sobre este tema es de baja calidad metodológica, con gran heterogeneidad sobre el tipo y duración de la intervención, así como en las variables de resultados evaluadas, por lo que no es posible establecer conclusiones firmes sobre su influencia en la mejoría clínica de los pacientes. Los estudios controlados realizados sugieren que, de forma inmediata tras la TAP, se modifican algunas características en los pacientes pediátricos, como la percepción del dolor, la tensión arterial o la reducción de ansiedad; aunque no hay coincidencia en todos los estudios. No hemos encontrado estudios que midan variables importantes en términos de salud (como la duración de la estancia, o las complicaciones clínicas), ni que realicen un seguimiento de los pacientes a largo plazo. En los documentos que hemos revisado, no se informa en los niños con TAP, de ningún caso de infecciones potencialmente transmitidos por los perros. Todas las investigaciones reflejan la necesidad de realizar una selección cuidadosa y controles sanitarios muy rigurosos de los animales que participen en la intervención.
De acuerdo con un cuestionario, enviado en 2014 a los 20 mejores hospitales oncológicos pediátricos en USA(1), una elevada proporción (18 del total) utilizaban actividades asistidas con animales durante el ingreso hospitalario.
Una revisión sistemática, con fecha de búsqueda en 2017, realizada con el objetivo de evaluar el beneficio de las TAP en el entorno de la atención sanitaria, incluyó un total de 18 estudios(2).
- Los criterios de inclusión de esta revisión fueron:
- Estudios cuantitativos.
- Contar con al menos 20 pacientes en el estudio.
- Existencia de un grupo control.
- Realizado en entornos de atención médica que comprendían hospitales, hogares de ancianos y atención domiciliaria.
- Presentación de resultados de los efectos de la intervención.
- Artículos publicados en revistas revisadas por pares, con texto completo en inglés.
- En la mayoría de las medidas de resultado estudiadas no hubo un efecto significativo de la TAP. La TAP tuvo el mayor potencial en el tratamiento de trastornos psiquiátricos en pacientes jóvenes y adultos.
- Los autores concluyeron que las actividades asistidas por perros tuvieron algunos efectos positivos en la salud, como el bienestar, la depresión y la calidad de vida de los pacientes con trastornos cognitivos graves. El apoyo asistido por perros tuvo efectos positivos inmediatos sobre el estrés y el estado de ánimo.
Esta revisión sistemática(1) incorporó 4 ensayos clínicos realizados en niños ingresados en un hospital:
- Uno, de diseño quasi experimental, se realizó en 57 niños de 3 a 17 años de edad ingresados un entorno pediátrico de cuidados agudos(3). Los niños del grupo de intervención con TAP(n=18) experimentaron una reducción significativa en el nivel de dolor, tras la intervención, en comparación con el grupo control. Aunque la presión arterial y el pulso no se vieron afectados, las tasas respiratorias aumentaron significativamente en el grupo de TAP (en un promedio de 2,22 respiraciones / min) en comparación con el grupo control.
- En otro ensayo, cuarenta niños entre las edades de 8 y 18 años, ingresados en una unidad pediátrica del hospital, por diversas causas, fueron asignados al azar a una TAP o a un grupo control (trabajando en un rompecabezas apropiado para su edad)(4). No se detectaron cambios significativos entre los dos grupos, ni en el dolor, ni en la ansiedad.
- Cuarenta niños de 3 a 17 años a los que se les había realizado una intervención quirúrgica se incluyeron en un ensayo piloto(5). Los pacientes fueron asignados aleatoriamente al grupo de TAP (n = 20), con una sesión de 20 minutos, o al grupo de atención habitual. Después de la entrada del perro, se informó de una actividad beta difusa de electroencefalograma (> 14 Hz) más rápida en todos los niños del grupo de TAP. La presión arterial sistólica y diastólica se vió reducida por la TAP, aunque se observó una mayor variabilidad en la presión diastólica. Los niveles de cortisol en la saliva no mostraron diferentes comportamientos entre los dos grupos. Se observó una menor percepción del dolor en el grupo de TAP en comparación con el grupo estándar (p = 0,01).
- El objetivo de otro ensayo fue comparar, en 34 pacientes, los efectos de la TAP (n=17), con un protocolo de tratamiento estándar en niños y adolescentes ingresados en un hospital psiquiátrico por trastornos mentales agudos(6). El estudio se centró en la mejora del estado clínico, incluido el funcionamiento global medido por la Escala Global de Evaluación Infantil (C GAS), el tipo de atención hospitalaria y la asistencia escolar medidas con una escala ordinal Los resultados mostraron una mejora estadísticamente significativa en el funcionamiento global, en la reducción del tipo de atención y en el aumento de la asistencia escolar en el grupo de tratamiento, pero no en el grupo de control.
La búsqueda ha identificado otros dos ensayos clínicos no incluidos en la revisión ya comentada:
- Un estudio evaluó en 48 participantes la efectividad de la TAP en las respuestas al estrés (ansiedad, afecto positivo y negativo, cortisol salival y niveles de proteína C reactiva) en niños hospitalizados(7). Los participantes fueron asignados al azar para recibir TAP de 10 minutos de duración (n = 24) o la atención habitual. La duración media de la estancia fue corta (1,9 días) y los motivos del ingreso fueron traumatismos (27%), enfermedades gastrointestinales (23%), trastornos musculoesqueléticos (23%) o tras cirugía (el 31%). La ansiedad, la afectividad y los niveles de biomarcadores salivales (cortisol y la proteína C reactiva) se evaluaron antes y después de la intervención, sin que se mostraran diferencias estadísticamente significativas entre los dos grupos.
- En el otro, veintisiete pacientes (9 varones) de entre 13 y 18 años ingresados consecutivamente en la Unidad de Psiquiatría de Adolescentes participaron semanalmente, por asignación aleatoria, en una TAP grupal de 45 minutos de duración durante su ingreso, o en el tratamiento habitual(8). Se comparó el efecto a corto plazo de la TAP sobre la ansiedad (escala de Spiel -Berger) y se realizó una evaluación subjetiva tras cada TAP respecto al registrado en el grupo sin TAP. El estado de ansiedad se redujo en el grupo de la intervención (p=0,004), pero no lo hizo en el grupo control. Los adolescentes consideraron la intervención útil e integradora.
Hemos identificado diversas series de pacientes pediátricos ingresados en hospitales en los que se describe la experiencia de la TAP (9-16):
- EL número de pacientes de las series osciló entre 8(15) y 138(12), siendo en casi todas menor de 30.
- La TAP se realizó con mayor frecuencia en niños ingresados por cáncer(10,11,14-16) pero también se describió en una unidad de cardiología pediátrica(9), o en niños con fibrosis quística(15).
- Prácticamente todas las series informaron de la aceptación de la experiencia y de la satisfacción por parte de padres y profesionales sanitarios. En algunas se informa de la reducción, de manera inmediata a la intervención, de la frecuencia respiratoria(9), la tensión arterial (13), o la ansiedad (15,16). En dos series, en las que se evaluó (12,16) no se informó de ninguna infección que pudiera estar asociada a la TAP.
Una revisión narrativa, publicada en 2018(17) resulta de especial interés, al incluir una clasificación de las diferentes intervenciones asistidas con animales en hospitales pediátricos, repasar la situación en España y describir los estándares necesarios para la puesta en marcha de estas intervenciones.