Aunque, en base a ensayos clínicos controlados, parece haber un efecto beneficioso del ejercicio físico en reducir los síntomas de ansiedad, la evidencia es limitada, por la calidad de muchos de los estudios identificados.
En el sumario de evidencia de Uptodate sobre beneficios y riesgos del ejercicio físico (1), basada en una revisión sistemática publicada en 2010(2) se resume que “el ejercicio regular reduce el estrés, la ansiedad y la depresión”.
En el sumario de evidencia Dynamed sobre ansiedad (3) se segregan las intervenciones por grupos de edad y reafirman que en adultos la actividad física puede mejorar los síntomas de ansiedad (evidencia nivel 2) con igual o mayor efectividad que otras intervenciones no farmacológicas y, además, en dos de los estudios revisados la actividad física fue igual de efectiva que las intervenciones farmacológicas(4).
De acuerdo con una revisión sistemática publicada en 2012, parece que el yoga puede mejorar los síntomas de ansiedad y estrés, sobre todo en mujeres, pero los estudios eran de baja calidad(5).
En cuanto a pacientes niños y adolescentes, una revisión sistemática de la Cochrane sobre el efecto del ejercicio físico en la prevención y el tratamiento de la ansiedad y la depresión en niños y adolescentes(6), señala que:
- Pese a que parece haber un efecto moderado a favor del ejercicio físico a la hora de reducir la puntuación en las escalas de depresión y ansiedad en estos pacientes, el pequeño número de estudios incluidos y la heterogeneidad de los pacientes, de las intervenciones y de los métodos de medida de los resultados, limitan la fiabilidad de las conclusiones.
- Aún así, la implementación de ejercicio físico es una medida mucho menos cara que el abordaje clásico (farmacológico, psicológico).
- Por otro lado, en niños y adolescentes que ya seguían un tratamiento, la evidencia es escasa pero los autores concluyen que en tanto en cuanto el ejercicio físico no tiene efectos negativos conocidos sobre la salud y por contra tiene efectos positivos conocidos, la actividad física puede ser un instrumento importante a la hora de mejorar la salud emocional de estos pacientes.
- No encuentran suficiente evidencia para decir si el ejercicio debe ser de baja o alta intensidad, tampoco para decir si debe ser aeróbico o anaeróbico.
Estas evidencias son congruentes con los resultados de una búsqueda previa a raíz de dos preguntas clínicas en el servicio BEST in Mental Health (7-8), las cuales matizan que no se pudo cuantificar la magnitud del efecto del ejercicio físico y tampoco encontraron suficiente evidencia para determinar qué tipo de ejercicio podría ser beneficioso y cuánto de ese beneficio se debe sólo al ejercicio.
Por último, citar un ensayo clínico aleatorizado(9) que intentó evaluar el efecto a medio y largo plazo de un programa de entrenamiento (cognitivo-conductual vs actividad física vs cuidados habituales) de 10 semanas de duración en 75 pacientes con cuadros de ansiedad secundaria a enfermedad (entre 1 mes y 2 años de evolución). El estudio arrojó una pequeña diferencia significativa al comparar estas intervenciones con los cuidados habituales pero la diferencia atribuida a la intervención sobre la actividad física no estaba presente cuando se re-evaluaba a los pacientes a los 6 y 12 meses.