En una guía de práctica clínica reciente sobre Diabetes Tipo 2(1) se recomienda, en dichos pacientes, la realización de ejercicio físico regular y continuado, de intensidad aeróbica o anaeróbica, o preferiblemente una combinación de ambas. La frecuencia recomendada es de tres sesiones semanales en días alternos, progresivas en duración e intensidad, y preferiblemente supervisadas. (Grado de Evidencia A: Basado en una revisión sistemática de ensayos clínicos bien realizados con poco riesgo de sesgo, un ensayo clínico de alta calidad y un estudio de cohortes bien realizado con bajo riesgo de sesgo).
En el sumario Uptodate(2,3) encontramos que la American Heart Association y la American Diabetes Association recomiendan al menos 150 minutos de actividad aeróbica moderada-intensa o al menos 90 minutos de ejercicio aeróbico vigoroso por semana. Esta actividad debería distribuirse en al menos tres días a la semana, tratando de que no hayan más de dos días consecutivos de inactividad. Para aumentar la adherencia, el personal sanitario debería ayudar al paciente a elegir un tipo de ejercicio con el que disfrute, animar de forma regular y sugerir como superar las posibles barreras. Sería razonable comenzar con 10 minutos de estiramientos y calentamiento, seguido de 20 minutos de ejercicio aeróbico suave (caminar, ciclismo). Este ejercicio debería ser realizado regurlarmente y preferiblemene a la misma hora en relación a las comidas y la administración de insulina en pacientes tratados con insulina. La intensidad y duración de la actividad física debería incrementarse gradualmente en función de la tolerancia del paciente. Se comenta además que el tipo de ejercicio a elegir puede estar limitado por la presencia de complicaciones microvasculares. De esta forma pacientes con retinopatía proliferativa deberían evitar ejercicio isométrico intenso (como levantamiento de pesas) pues un aumento de la presión sanguínea podría precipitar un sangrado intraocular. Por otra parte, a los pacientes con neuropatía se les debería prevenir sobre los ejercicios traumáticos de larga duración (como correr largas distancias) porque estos pueden desencadenar fracturas de estrés de pequeños huesos de pies y tobillos o precipitar ulceras por presión en los dedos y pies. Se recomienda además calzado cómodo, adecuado a la actividad, y calcetines transpirables.