Una Guía de Práctica Clínica (GPC) (1) para los desórdenes de la alimentación que incluye los despertares nocturnos (caracterizados entre otros síntomas por la hiperfagia), señala que en los desórdenes de la alimentación relacionados con el sueño, la literatura no apoya la recomendación de tratamientos particulares para estos desórdenes, por lo que recomienda realizar estudios sobre el tratamiento de estos desórdenes. Sin embargo, hay evidencia preliminar que apoya la utilidad de la relajación muscular progresiva y el sertraline. Con respecto a los desórdenes por atracones, sugiere tratamiento con antidepresivos, particularmente los SSRI, que se asocian por lo menos a una reducción a corto plazo del atracón pero, en la mayoría de los casos, no a una pérdida de peso substancial. La sibutramina es eficaz para la inhibición del apetito en un futuro próximo y también se asocia a pérdida de peso significativa. El topiramato es eficaz para la reducción del atracón y pérdida de peso, aunque los efectos nocivos puedan limitar su utilidad clínica. La zonisamida puede producir efectos similares con respecto a pérdida de peso, pero causa efectos secundarios. La Fluoxetina, conjuntamente con el tratamiento grupal del comportamiento, puede no ayudar en la cesación del atracón o la pérdida de peso pero reduce los síntomas depresivos. La GPC indica que no hay datos disponibles sobre el uso de estas medicaciones para tratar los atracones en niños o adolescentes, pero si hay datos de seguridad y tolerabilidad en niños y adolescentes con otros desordenes para los cuales se han prescrito el litio, ácido valproico y topiramato.
Otra GPC del National Institute for Clinical Excellence (NICE) (2) para el tratamiento de los desordenes de la alimentación (anorexia y bulimia nerviosa y demás desórdenes atípicos relacionados con la alimentación, incluyendo el atracón) recomienda que para el tratamiento general de estos últimos, una alternativa es el uso de antidepresivo SSRI, aunque estos pacientes (y cuidadores) deben ser informados que los SSRIs pueden reducir el atracón, pero los efectos a largo plazo son desconocidos. En las consideraciones adicionales, puntualiza que no se sabe nada sobre el tratamiento de los desordenes de la alimentación atípicos en adolescentes, que el desorden por atracón ocurre en algunos niños y adolescentes, especialmente entre los que tienen obesidad. No han encontrado estudios sobre el tratamiento de este desorden en esta categoría de edad. Pero indican que, mientras tanto, los niños y adolescentes con este desorden deben recibir el mismo tipo de tratamiento que los adultos pero adaptado a su edad, circunstancias y nivel de desarrollo y con la implicación apropiada de la familia.
Una tercera GPC para los trastornos de la conducta alimentaria de la Subdirección General de Salud Mental Servicio Murciano de Salud (3) señala que en el diagnóstico diferencial de la bulimia nerviosa se deben tener en cuenta las hiperfagias de causa orgánica neurológica o endocrina (Síndrome de Kleine-Levine, que suele presentar hipersomnia e hiperfagia). En cuanto al tratamiento en el trastorno por atracón indica que los resultados con medicación antidepresiva son variados en el mejor de los casos y algunos estudios fracasan en demostrar su superioridad respecto al placebo. Las tasas de respuesta al placebo son muy altas, alrededor del 70%. Otros estudios muestran la eficacia de los antidepresivos en la reducción de la frecuencia de atracones, pero sin disminución significativa del peso. En otro estudio con 75 mg/día de imipramina durante las 8 primeras semanas de un programa de 8 meses con consejo dietético y apoyo psicológico, ésta demostró ser superior al placebo en la reducción del número de atracones y la pérdida de peso. El topiramato ha mostrado en estudios recientes ser aparentemente efectivo en la reducción de la frecuencia de atracones en estos trastornos así como en la reducción del peso en los pacientes obesos. Concluye la GPC que la evidencia disponible sobre el tratamiento farmacológico no puede ser recomendado como terapia inicial de estos trastornos, aunque pueden resultar útiles en el tratamiento de los trastornos psiquiátricos comórbidos. No hace referencia a indicaciones farmacológicas específicas en los niños.
Una revisión literaria (4) sobre las terapias farmacológicas para niños y adolescentes con desórdenes de alimentación señala que la literatura científica en esta población con estos desordenes es muy limitada. Recomienda adaptar los tratamientos a las necesidades de su desarrollo.
Un ensayo clínico (5) sobre el uso de la dextroamfetamina para tratar la obesidad e hiperfagia en cinco niños operados de un craneofaringioma dio como resultado que los índices de masa corporal seguían siendo estables, que no se observó ningún cambio en los niveles de insulina o aportación calórica, pero los niños eran más activos; además los padres observaron una mejora significativa en la hiperactividad y atención, los profesores observaron una mejora similar. Concluye el estudio que durante el tratamiento con dextroamfetamina el aumento de peso se estabilizó en los niños que habían experimentado obesidad e hiperfagia tras la resección quirúrgica del craneofaringioma. Señalan los autores que son necesarios estudios para determinar si las mejoras son estables y si la intervención anterior puede prevenir la obesidad e hiperfagia inicial.
Un documento del Comité de Medicina para la Adolescencia de la Sociedad Pediátrica Canadiense (6) sobre diagnóstico y tratamiento de los desórdenes de alimentación en los adolescentes, señala que muchas veces la literatura científica combina los resultados obtenidos con adolescentes con los de los adultos, pero publican los resultados exclusivamente sobre las muestras adultas. Las características únicas de la adolescencia y del proceso de desarrollo de la adolescencia son a menudo consideraciones críticas en la determinación del tratamiento o del resultado de los desordenes de la alimentación. La evidencia de los desordenes de la alimentación se asocian a recaídas, a la repetición y al cruce con otros desordenes psiquiátricos, por lo que el tratamiento debe tener suficiente frecuencia, intensidad y duración para proporcionar una intervención eficaz. Concluyen que los adolescentes con desordenes de alimentación requieren la evaluación y el tratamiento centrados en las características biológicas, psicológicas y sociales de unas condiciones de salud complejas. La evaluación y el manejo deben ser interdisciplinarios y será logrado de mejor forma por un equipo con disciplinas médica, de enfermería, nutrición y salud mental.